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Consumismo y obsolescencia programada

Ya hemos escrito, en varias ocasiones, sobre la obsolescencia programada y en cómo afecta al consumo de productos e, inevitablemente, al impacto en el medio ambiente y en el planeta. 

Recordemos que la obsolescencia programada es la práctica de limitar la vida útil de un producto, de forma deliberada. Cuando termina su periodo de vida útil, el producto se convierte en obsoleto.

Curiosamente, cada vez es más corta esa vida útil de los productos, sobre todo electrodomésticos y dispositivos tecnológicos. 

Teniendo en cuenta que los medios y la tecnología supuestamente avanzan, ¿no sería lógico que ahora tuviéramos mejores productos y no al contrario?

Pues no. La obsolescencia programada ha sido creada para que el consumidor tenga que comprar un nuevo producto, igual o muy similar. La gran mayoría se fabrican con fecha de caducidad, y en la gran mayoría de los casos, cuando un dispositivo se estropea, es mucho más económico conseguir uno nuevo que repararlo.

De este modo se asegura la demanda de los productos, y así, las organizaciones consiguen más beneficios y se aseguran de que la oferta continúe.

La obsolescencia programada afecta de diferentes formas a los consumidores, de forma económica y de forma psicológica. Entran en un ciclo de consumismo en el que se genera la necesidad de comprar, usar y tirar, y llegamos a desear productos que no necesitamos.

Está asociada a las emociones, ya que se planifican las actualizaciones continuas de los dispositivos, de forma deliberada, para crear el deseo de comprar el último modelo, cueste lo que cueste y sin dar mucha importancia a la calidad o utilidad de los productos. 

Además, se generan muchos más residuos, con los consiguientes problemas para el medio ambiente. A mayor consumo, mayor número de residuos contaminantes en el planeta, que no se recuperan adecuadamente porque a los fabricantes no les resulta rentable y la legislación no les obliga a ello.

La alternativa es reciclar, reparar y reutilizar 

Con el fin de poner freno a este consumismo desmesurado, surgen alternativas como el reciclaje y la cultura de la reutilización. 

Nace la Economía Circular, para restaurar y regenerar y que contribuye a alargar la vida útil de los productos mediante su reparación o reutilización, maximizando los recursos disponibles, tanto materiales como energéticos, para que permanezcan el mayor tiempo posible en el ciclo productivo y de uso.

En el fondo, esto también tiene un impacto psicológico. Promueve una actitud enfocada a recomponer, en lugar de desechar. Admite el hecho de que las cosas pueden ser imperfectas y, aun así, útiles y valiosas.

De esta manera, no solo conseguimos frenar el consumismo, sino también, reducir sustancialmente la huella de carbono y su impacto en el medio ambiente. 

Por poner un ejemplo: prolongar la vida útil de todas las lavadoras, portátiles, aspiradoras y smartphones en la UE en solo un año ahorraría alrededor de 4 MtCO2 anuales para 2030, el equivalente a retirar más de 2 millones de automóviles de las carreteras durante un año.

Si estás leyendo esto y tienes equipos que crees que podrías donar, nosotros los evaluamos y reparamos, si se puede, para que sean reutilizados. Y si no es posible su reparación, nos aseguramos de certificar su trazabilidad hasta la planta de destrucción física.