Hace muchos años un granjero y su familia tenían un caballo que les era de gran ayuda en su trabajo diario en la granja. Un buen día, el caballo logró escapar. Los consternados vecinos de la familia trataban de consolar al granjero: “’Qué mala suerte has tenido, tu gran caballo ha escapado”. El granjero sin embargo estaba tranquilo, “Bueno, quizá sí, quizá no…”, respondía.

Unos pocos días después, el caballo volvió a casa, liderando a un puñado de caballos salvajes que debía había encontrado en su escapada. La mayoría de esos caballos se quedaron en la granja y pronto podrían trabajar en ella también. Los vecinos se alegraron por ello y le decían al granjero: “qué suerte has tenido, has encontrado varios caballos para trabajar en la granja y sin que te cuesten dinero”.  El granjero volvió a responder: “Bueno, quizá sí, quizá no…”

Unos días después, uno de los hijos del granjero estaba intentando domar a uno de los caballos salvajes que habían llegado. El caballo brincaba con fuerza y en uno de esos brincos, el joven salió volando y acabó rompiéndose una pierna. Los vecinos decían “qué mala suerte, tu hijo se ha roto la pierna y no podrá ayudarte”. Una vez más, el granjero respondía “Bueno, quizá sí, quizá no…”.

Al cabo de un tiempo, la guerra estalló y los soldados llegaron al pueblo para reclutar a todos los jóvenes y llevarlos a luchar en el frente. Sin embargo, el hijo del granjero se quedó en la granja porque como aún tenía la pierna rota, no podía luchar. Y los vecinos decían al granjero, “qué suerte, tu hijo no tiene que ir a la guerra”. Y la respuesta del granjero fue la de siempre “Bueno, quizá sí, quizá no…”

Cuantas veces hemos hablado de la suerte que tiene fulanito o menganito, también en el trabajo, cuando la suerte en realidad es algo relativo. Personas que se afligen muchísimo cuando son despedidas de un trabajo porque la empresa va muy mal, lo que inevitablemente se traduce en mal ambiente laboral, y sin embargo, unas semanas después encuentran otro trabajo en una empresa más saneada, con un sueldo similar (más la indemnización que recibieron por su despido), más posibilidades de desarrollo y un ambiente mucho más limpio. Viéndolo en perspectiva, lo que parecía mala suerte acaba siendo un regalo. O al revés, ese proyecto tan interesante y vistoso al que tienes la gran suerte de estar asignado y que acaba siendo un infierno que se tuerce y que te demanda todo tu tiempo y energía sin que luzcan los resultados.

Creo que en general no existe la suerte en el trabajo, o mejor dicho, en la trayectoria profesional completa de una persona juega un papel pequeño. Ocurre como en el deporte, en el que la fortuna puede influir en el resultado de un partido particular, pero el campeón de una liga de más de 30 partidos es el mejor equipo, no el que más suerte tuvo. La suerte normalmente alcanza al que más insiste en buscarla, Aquel que se presenta a veinte promociones internas en su trabajo suele tener suerte en una de ellas y consigue promocionar mientras que el que se presenta solamente a una, no puede quejarse mucho de “la mala suerte” que tuvo por no poder conseguir ese premio particular. Asimismo, si eres bueno en tu trabajo, es más probable que estés entre los candidatos a liderar un proyecto interesante, aunque luego haya quien pueda decir que tuviste suerte por estar en ese momento justo en el sitio justo. Además, la suerte en el trabajo es muy relativa como hemos visto en la fábula del granjero, así que mejor no obsesionarse mucho con ello.