Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte a su debido tiempo. Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. (1Pedro 5:6-7)

REFLEXIÓN

Cuando hablamos de humillación, estamos renuentes a esa condición, porque de alguna manera en alguna oportunidad hemos sido objeto de humillación por parte de otra persona o circunstancia. Ese sentimiento de inferioridad nos hace rechazar por completo cualquier idea que tenga que ver con humillarnos, por lo general nadie quiere ser humillado, todos quieren ser reconocidos y sobresalir en cualquier situación en la que tengan que ser expuestos.

En una oportunidad cuando vivía en Barcelona y fui personal contratado en una alcaldía de otro municipio, mi jefa me sugirió que me tenía que cambiar de residencia porque venían las elecciones municipales y debía votar por el candidato de la alcaldía, eso me colocó en una situación un poco incómoda porque implicaba que tenía que mentir en el registro electoral. Finalmente me negué a hacer eso, lo que produjo una semana después que mi jefa me llamara para decirme que ya no podía seguir trabajando con ellos. Semanas más tarde, todo dio un giro sorpresivo, el candidato de la alcaldía perdió las elecciones, y el nuevo alcalde junto con su nuevo gabinete habían tomado posesión de todos los cargos políticos en la alcaldía, incluyendo el de mi jefa, posteriormente un buen amigo mío tomó su lugar en ese cargo y me mandó a llamar para que recuperara mi cargo y trabajara junto a él.

Antes de fallarle a Dios, decidí humillarme delante de él y le lancé todas mis cargas, nadie más que Dios sabía lo mucho que necesitaba ese empleo, así que decidí confiar en su soberanía, y él se encargó de hacer su parte. Me hubiesen o no llamado a trabajar de nuevo, de igual manera me iba sentir tranquilo, sabiendo que Dios tenía cuidado de mí, de que estar bien con Él, a su debido tiempo iba a traer a mi vida una exaltación segura.

Es posible que no sepamos que debemos hacer ante la situación en la que actualmente nos encontramos, pero en esta oportunidad es importante recordar que:

DEBEMOS HUMILLARNOS ANTE DIOS

Pablo después de haber dicho a sus lectores que, «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» -1 Pedro 5:5b, les pide que se humillen, esto ataca directamente su orgullo, al ser humano le cuesta reconocer que no puede solo, cuando necesita ayuda o cuando se equivoca, este sentido de autosuficiencia y autocontrol es contrario a lo que Dios espera de aquellos que creen en Él, ya que esta actitud egoísta, que piensa solo en el “yo”, bloquea la acción de Dios sobre sus vidas y las bendiciones que trae consigo el humillarse delante de Dios.

La humildad abre camino a sanas relaciones entre los miembros de una comunidad que busca agradar a Dios, genera oportunidades de transformación y da la oportunidad de que Dios haga como quiere, incluso levantarnos de esa condición de humillación con su mano poderosa.

Conociendo esto, podemos descansar sabiendo que, cuando me humillo ante la poderosa mano de Dios no seré avergonzado, porque es seguro que él hará justo lo necesario para que pueda salir victorioso en medio de cualquier situación que para mí es difícil de sobrellevar.

Pero, ¿Cómo nos humillamos ante Dios?

ECHANDO TODA NUESTRA ANSIEDAD SOBRE ÉL

La humildad verdadera se demuestra cuando tenemos la habilidad de echar nuestra ansiedad sobre Dios. Es un error pretender que podemos lidiar solos, con aquellas cosas que Dios ha prometido que Él tratará. Si hiciéramos caso de la orden en 1 Pedro 5:6 y verdaderamente nos humillamos bajo la ponderosa mano de Dios, tendríamos muchas menos preocupaciones para echar sobre Él como se nos invita en 1 Pedro 5:7. Las preocupaciones sobre la codicia, ambición, popularidad, todas se evaporan bajo la orden de humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios.

El verbo echar indica literalmente “lanzar sobre Él”, esto se entiende en el sentido espiritual, todo aquello que nos queda aún después de humillarnos y nos mantiene ansiosos, debemos lanzarlo sobre Jesús, él podrá llevarlo por nosotros mientras nosotros llevamos su carga, pues sus cargas son mucho más llevaderas que las nuestras. Pero no podemos llevar ambas, debemos desprendernos de aquello que creemos que podemos soportar nosotros solos. El Señor Jesús les dijo a sus discípulos: «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga». (Mateo 11:29-30)

Debemos entender finalmente que, Dios tiene el poder para transformar nuestras vidas y cambiarnos para ser como él quiere que seamos, que él además cuida de nosotros y por eso con toda confianza podemos rendirnos por completo ante su mano poderosa, postrarnos delante de su presencia para echar todas aquellas cargas que sabemos que solos no podemos llevar, orando al Padre y pidiéndole perdón por la actitud egoísta que quizás hemos tenido al pensar que no necesitamos de él ni de nadie. No pierdas la oportunidad de recibir la bendición de obtener descanso para tu alma al humillarte delante de la Poderosa mano de Dios. Deja que Dios transforme tu vida.

ORACIÓN

Padre Santo, te doy gracias porque nuevamente tocas un elemento de mi vida que sabes que no te puedo ocultar, ayúdame a seguir luchando contra mi orgullo, a no seguir creyendo que no te necesito en algunos momentos, o que puedo con esas cargas que tu prometiste ya llevar por nosotros, te entrego todo aquello que no te agrada, mis pecados, mis temores, mis luchas, ayúdame a vencer como tu lo hiciste, gracias porque tienes cuidado de mí y me exaltarás a su debido tiempo. En el precioso nombre de tu hijo Jesús, amén.

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Categorías: Devocionales

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