La esclavitud americana en una muestra de textos históricos representativos.

Amado Martínez Lebrón

Introducción

En este ensayo estaré reflexionando sobre una selección de obras históricas que han tocado el tema de la esclavitud negra en América, para ilustrar cómo se ha debatido esa institución en importantes sectores de la disciplina. Recojo una muestra que va desde algunos de sus primeros pasos en rigor, hasta debates contemporáneos y activos. Con la selección busco relacionar los discursos histórico-culturales de investigadores particulares, con la forma en que se ha caracterizado la esclavitud americana popularmente. Procuro además, identificar los aspectos generalizados por la disciplina, que han abonado a la violencia contra la comunidad afrodescendiente en América, o mínimamente a su invisibilidad en la historia; y en oposición, a señalar las que han contribuido al fortalecimiento de una identidad que defiende la integridad de los afroamericanos.

Me acerco al tema mayormente influenciado por el materialismo histórico, pero también reconociendo el valor de los estudios culturales en la investigación del pasado, porque entre otras cosas, ayudan a leer las producciones historiográficas como fuentes documentales de las culturas en que aparecen. Por lo tanto, discutiré una selección de obras para caracterizar la ideología que le sirve de marco y causa, y definir cómo se manifiestan algunos de los intereses de sus autores en las reconstrucciones del pasado que producen. La trayectoria de investigación que propongo para esos efectos inicia durante la década del 1930, con obras como la del brasileño Gilberto de Mello Freyre (Gilberto Freyre, 1900-1987), y el austriaco-estadounidense Frank Tannenbaum (1893-1969). Este periodo de investigación se caracterizó entre otras cosas por una narración de la esclavitud americana que interpreta la institución como un fenómeno determinado por la tradición cultural. 

Aún cuando en la disciplina de la historia no se ha dejado de pensar en la esclavitud como un fenómeno económico, entre los primeros exponentes del tema se narró la esclavitud enfatizando en aspectos culturales. Los autores que reseñaré en esta etapa, por ejemplo, reconstruyeron el pasado esclavista argumentando que existieron diferentes formas de ésta, que no estuvieron determinadas por las necesidades económicas especificas de cada región, sino sobre la base de tradiciones culturales, mayormente religiosas y jurídicas. Sus investigaciones se dieron al mismo tiempo que se estuvieron manufacturando los nuevos proyectos nacionales, encabezados por las élites americanas blancas y burguesas, a las que los historiadores pertenecían, y en respuesta a importantes luchas por reivindicaciones asociadas con las razas oprimidas, alrededor del mundo. Se buscaba en el mejor de los casos, y desde la conciencia de las clases dominantes en el capitalismo, narrar el pasado de una forma que ayudara a integrar a las personas negras, descendientes de esclavos, en la sociedad definida por las dinámicas del mercado internacional. En otras ocasiones, también se investigó la esclavitud para minimizar la influencia de la cultura africana sin tapujos, y quitarle importancia a las comunidades afro-descendientes dentro de muchas de las historias nacionales de América. Ana María Martínez, señala que: “El silencio sobre ellos ha sido producto de la historiografía de los siglos XIX y XX, que no integró su presencia al relato y, cuando lo hizo, fue con signo negativo.”[1]

Al tema de la esclavitud en el periodo que se puede entender como inaugural, le pisa los talones uno que, en la selección que presento, significó un punto de ruptura importante con la tradición. Alrededor de la década de 1940 se produce una historia de la esclavitud escrita en las Antillas, por hombres negros, educados en Europa y Estados Unidos, que además de romper con la identidad tradicional del académico, construyeron desde sus ventajas importantes luchas políticas. Esta generación fue influenciada por las guerras de independencia en África y la relevancia que adquieren los conflictos de clases por el mundo. Educados por el marxismo, plantearon la identidad racial y su lucha por justicia, tanto con su trabajo intelectual, como por su activismo. Produjeron historias bajo la tutela de los centros intelectuales de Europa y Estados Unidos, pero poniendo el rol protagónico en personajes afrocaribeños. Estos historiadores, entre otras cosas, argumentaron con evidencia documental, oficial y económica, que la llamada civilización occidental, estaba irremediablemente montada sobre el trabajo esclavo, y no sobre el que generaciones anteriores describieron como paternalista, sino sobre una esclavitud violenta, que sistemáticamente creó y deshumanizo a toda una raza, al punto de condenarla al estigma y la marginación. 

De esta tendencia comentaré parte de la obra de los trinitenses Eric Eustace Williams (Eric Williams, 1911-1981) y Cyril Lionel Robert James (C. L. R. James, 1901-1989), porque ambos investigan fenómenos americanos relacionados a la esclavitud, describiendo sus consecuencias en el poderío de Europa. Williams, escribe la historia de la esclavitud para explicar cómo ésta construyó a Inglaterra; mientras que James, cuando discute la revolución haitiana, describe el inicio de la caída de un sistema de producción que se implementó con brutalidad, para el beneficio económico de Francia. Ambos historiadores también, coinciden cuando se acercan a la esclavitud como un régimen que creó una identidad racial en América, que se convirtió en una fuerza antagónica al Poder. 

Finalmente, reseñaré un debate contemporáneo, entre los historiadores estadounidenses Ira Berlin (1941-2018) y James M. McPherson (1936-2016), para exponer cómo se ha discutido el tema de la abolición de la esclavitud en Estados Unidos, a partir de la respuesta a la pregunta “¿quién liberó a los esclavos?” Los famosos profesores de la academia estadounidense, ambos blancos, reconstruyen la historia de los esclavos en el proceso de un debate que inició en la década de 1990. Los historiadores estuvieron en desacuerdo en sus acercamientos al tema de la abolición de la esclavitud. McPherson defendió que ésta fue principalmente el fruto de las hazañas de grandes hombres, en su caso enfatizando en la figura de Abraham Lincoln, mientras que Berlin, se acerca a la abolición como un proyecto que se explica mejor desde abajo, narrando la historia de los oprimidos.

De los primeros

Ilustración de rebelión en Haití. (SERVICIOS DE ACENTO.COM.DO)

El historiador y abogado cubano Jorge Ibarra,[2] en la Introducción a su ensayo “Marx y las interpretaciones culturalistas de la esclavitud americana colonial,” define la discusión alrededor del tema de la esclavitud en América como un legado de la historia económica, articulada sobre la base de la producción intelectual del marxismo. Así resume su acercamiento:

Los debates historiográficos más importantes sobre la esclavitud americana han estado vinculados de una manera u otra a la hipótesis central de Marx a propósito del carácter no capitalista de la plantación y su dependencia del mercado mundial.[3]

Si bien se ha discutido la esclavitud como un proyecto económico, y sin ese elemento es imposible reconstruirla como fenómeno histórico, no existe una contradicción entre el acercamiento económico, y el estudio del discurso cultural que se planteó en sus inicios, si se ubica el ejercicio sobre las bases materiales que lo enmarcan. Ibarra aunque parcialmente, lo reconoce cuando dice que “…a pesar de las diferencias entre las interpretaciones marxistas y culturalistas, éstas llegan a complementarse en la medida que su aplicación en el tiempo se limita a determinados períodos históricos.” [4] Sin embargo, entiendo que la cultura no debe leerse como un mero aspecto secundario que complementa o incide en la sociedad solo algunas veces, tampoco depende únicamente de la economía, como podría leerse en Ibarra. La esclavitud ha demostrado ser un tema, con las historias que se le han hecho, que evidencia hasta cierto punto cómo la cultura (histórica) es capaz de afectar las condiciones económicas. La cultura de cualquier sistema económico cuando acude al pasado lo transforma. Desde los valores del presente se reescriben los hechos del pasado, se integran a la consciencia y se alteran las relaciones de poder desde un ámbito que no es solamente económico. Esto explicaría, por dar un ejemplo, cómo tras más de un siglo de la abolición del sistema económico esclavista todavía se manifieste y se perpetúe el racismo impunemente, en mucha de la tradición cultural americana y sus instituciones.

Empezaré discutiendo dos obras que, si bien se sostienen sobre interpretaciones económicas de la esclavitud, abordan el tema desde los términos culturales que la diferenciaron por regiones. Los textos permiten apreciar una amplia gama de condiciones, pero en esencia, ilustran cómo se insertaron en el pasado los investigadores del periodo, miembros de las élites de su tiempo, motivados por el deseo de ayudar a construir un proyecto de país que buscaba entre otras cosas, imponerle un rol económico a las masas. Gilberto Freyre y Frank Tannenbaum, ambos formados en universidades estadounidenses, fueron de los primeros intelectuales que enfrentaron el tema de la esclavitud con la rigurosidad de la disciplina histórica.

Frank Tannenbaum, sociólogo e historiador austriaco-estadounidense profesor en la universidad de Colombia, se reconoce como el primer historiador que intentó reconstruir la esclavitud de toda América. Su libro Slave and Citizen: a history of the Negro in the Americas,[5] publicado en 1946, fue básicamente la comparación entre dos áreas culturales que el sociólogo define entre otras cosas, a partir de las diferentes formas en que las naciones americanas implementaron legalmente la esclavitud. Jorge Ibarra caracteriza la obra de Tannenbaum arguyendo que con su “estudio comparativo… sobre las sociedades coloniales ibéricas y nordeuropeas, acentuó los hechos jurídicos, morales y culturales como factores decisivos de diferenciación.”[6]

Frank Tannenbaum

Anterior a esta obra, Tannenbaum ya había publicado ocho libros con temas que fueron desde el movimiento obrero[7] y las prisiones[8], hasta el tema del blanqueamiento latinoamericano y su economía.[9] Tannenbaum, aun cuando describe las diferencias entre sistemas esclavistas que fueron contemporáneos entre sí, sobre la base de elementos culturales, como se refleja en su producción, conoció igualmente y al detalle la historia económica. Por lo tanto, parto de la premisa de que sostuvo argumentos jurídicos, morales, y religiosos porque de alguna forma creía en el poder que tenían las instituciones para describir, juzgar y remediar su propio desempeño.  

We have denied ourselves the acceptance of the Negro as a man because we have denied him the moral competence to become one, and in that we have challenge the religious, political, and scientific bases upon which our civilization and our scheme of values rest.[10]

Tannenbaum llanamente afirmaba, quitándole mucho del peso económico al sistema esclavista, que entre la esclavitud iberoamericana y el resto, “the separation is a moral one”.[11]  La expresión de Tannenbaum es sin duda un reflejo de su cultura y como veremos también con Gilberto Freyre, manifiestan una tendencia a enmendar el pasado para afectar el presente. Ambos historiadores en términos generales trataron de resaltar la esclavitud paternalista y argumentaron que en ciertas regiones de América existieron relaciones entre amos y esclavos que permiten hablar de una esclavitud benigna. 

Desde la primera oración de Slave and Citizen, Frank Tannenbaum demuestra el nivel de discusión en el que se encontraba el tema, cuando describe la esclavitud como “This Adventure of the Negro in the New World…,”[12] como si el secuestro y el trabajo forzado hubieran sido una decisión propia de los afroamericanos. Si bien la selección de palabras demuestran el estado de la cuestión racial en Estados Unidos, Tannenbaum afirmaba que “The shadow of slavery is still cast ahead of us, and we behave toward the Negro as if the imputation of slavery had something of a slave by nature in it”. También argumentaba que se habían emancipado a los esclavos y no a los blancos de su rol de amos, y que esto constituía una barrera para la integración de los negros en la sociedad como ciudadanos, entendiendo la ciudadanía, como “equality of opportunity for growth and development as a man among men.” [13]

Tanto Gilberto Freyre como Frank Tannenbaum, pertenecieron a las élites, y se educaron e investigaron usando documentos oficiales del gobierno e investigaciones de otras disciplinas de vanguardia. Tannenbaum como parte de la comparación que hace entre la esclavitud hispana y la estadounidense, se remonta hasta las leyes reales conocidas como Las Siete Partidas, “…elaborated by Alfonso the Wise, between the years 1263 and 1265. In this code there is inherent belief in the equality of men under the law of nature, and slavery therefore is something against both nature and reason.”[14]  Tannenbaum reconstruyó parte de la herencia esclavista estudiando la tradición legal que se fraguó en España y sus colonias, pero también en Inglaterra y el sur de Estados Unidos. Definió una sociedad esclavista en Norteamérica que calificó de “hostil” y otra iberoamericana que calificó como paternalista. Cuando Tannenbaum argumentó que en ciertos lugares existió una esclavitud benigna, lo hizo sobre la base de lo que decían las leyes y no necesariamente con evidencia sobre su implementación en las tierras esclavistas. Concluye: “If one were forced to arrange these systems of slavery in order of severity, the Dutch would seem to stand as the hardest, the Portuguese as the mildest, and the French in between…” [15] Las diferencias se basan más que nada, según el autor, en que la religión católica contaba con una larga herencia de leyes sobre la esclavitud y que esa tradición redundó en menor severidad para sus esclavos. Así resalta por ejemplo, que los Británicos y Holandeses fueron los esclavistas más violentos, básicamente porque no eran católicos. Esto tras la mirada más somera de la historia queda contradicho rotundamente cuando se entiende que por ejemplo, la Iglesia Católica proveyó las primeras justificaciones morales que tuvo la esclavitud negra y fue un beneficiario directo de su implementación.

Tannenbaum, además de usar fuentes legales, construyó su narrativa apoyado en juristas, como George M. Stroud, autor de A Sketch of the Laws Relating to Slavery in Several States of the United States of America; y Thomas R. R. Cobbquien publicó, An Inquiry Into the Law of Negro Slavery in the United States of América, entre otros. La base en documentos oficiales, además de evidenciar la influencia del positivismo en los historiadores, puede ser responsable de que la investigación de Tannenbaum se limitara a apuntar los matices regionales de la esclavitud en lugar de anotar su capacidad para exportar riquezas a las metrópolis y crear desigualdad en las colonias. Los documentos oficiales entendidos como únicas fuentes confiables, recogían la perspectiva de los sectores dominantes y contaron solo una parte limitada de la historia. Sin embargo, hago la salvedad de que en su momento, otras fuentes e interpretaciones, no necesariamente eran visibles para su cultura o estaban accesibles. 

Si bien Frank Tannenbaum atribuye los matices de la esclavitud y el racismo a condiciones culturales, su motivación fue económica y política. Además de historiador y criminólogo,[16] Tannenbaum fue un activista que defendió la humanidad de los oprimidos y luchó personalmente contra el racismo, [17] así como por las reivindicaciones obreras. 

En marzo de 1914, … el joven anarquista Frank Tannenbaum se ganaba junto con Pancho Villa la primera plana de The New York Times: mientras Villa acaudillaba a sus «dorados» hacia la toma de Torreón, aquel muchacho acaudillaba un ejército de 190 desempleados a la toma pacífica de la Iglesia de St. Alphonsus en West Broadway, al sur de Manhattan, exigiendo pan y abrigo. Sus seguidores lo comparaban con Jesús.»[18]

Tannenbaum insistió en la superioridad de la moral cristiana arguyendo que era capaz de resolver los problemas de injusticia social si la humanidad se apegaba a ella. Por lo tanto, se manifiesta una contradicción cuando al mismo tiempo que demostraba la violencia de la esclavitud y el racismo que provocó, decía, por ejemplo, que la intervención de la iglesia católica y su cultura, atenuó la violencia contra los esclavos negros en la América hispánica, negando los siglos de complicidad y enriquecimiento de la institución en el proceso.

This body of law, continuing the legal tradition of the Spanish people and also influenced by the catholic doctrine of equality of all men in the sight of God, was biased in favor of freedom and opened the gates to manumission when slavery was transferred to the New World.[19]

Por otro lado, y como veremos también con la investigación de Gilberto Freyre, la catalogación de las diferentes formas de esclavitud que se elaboraron historiográficamente tuvo otro impacto o si se prefiere, otro propósito. Tannenbaum hace una historia general de la esclavitud en América, apoyado en las diferencias culturales y reivindicando la moral cristiana, pero lo hacía desde una adaptación del discurso civilizatorio. Dentro del proyecto modernizador, Tannenbaum fue del bando que luchó por convertir a los descendientes de esclavos en ciudadanos de una nación que quería administrarlos y los necesitaba organizados, algo que lo diferenció de otros que por ejemplo, hablaron de construir una nación moderna sin personas negras.[20]

Gilberto Freyre

Gilberto Freyre, igual que Tannenbaum, fue pionero en el estudio histórico de la esclavitud en América, y más que compartir con éste una especialización temática, comparte una visión de mundo que dominó los debates de la época, entre otras razones, por la falta de participación de los afrodescendientes en ellos. La ideología expuesta libremente en Freyre y que en su momento era un paso hacia el reconocimiento de la raza negra como elemento formativo de Brasil, estaba tan centrada en la cultura del poder, que convierte la historia de la explotación de los esclavos negros, en la historia de cómo los miembros de la clase y raza dominante, los trataron. Lo hace inclusive antes de describir la violencia de la esclavitud en sí misma y muchas veces hasta sin mencionarla. La narración del pasado racial, que caracterizó a Freyre, lo puso en el foco internacional y se convierte en portavoz de un proyecto social que buscaba la paz social entre las razas y la estabilidad económica de las naciones, en el contexto de la Gran Depresión y entre dos guerras mundiales. Susanne Klengel describe a Gilberto Freyre en “El estilo de la historia en los tiempos de Guerra…”, como parte de ese proyecto de su época.

Gilberto Freyre llegó a ser una personalidad de renombre internacional cuya competencia científica en «cuestiones raciales» era muy solicitada por ejemplo entre los expertos de la UNESCO; por otro lado, en su calidad de experto de la convivencia de culturas, Freyre fue a su vez invitado por el presidente del Estado Novo portugués, Salazar, a emprender un viaje de estudio y conferencias a las colonias portuguesas de África y Asia (1951/52), viaje que le serviría para elaborar su controvertida teoría sobre una nueva cultura transnacional lusotropicalista.[21]     

Gilberto Freyre nació en Pernambuco, Brasil, en el 1900. Fue hijo de un juez, economista y catedrático influyente en el país. Entre 1933 y 1977, Freyre publicó mas de 15 libros que tuvieron como foco la historia de la identidad nacional en Brasil.[22] Con el libro Casa Grande y Senzala publicado en el 1933, una de sus obras más conocidas, ya es visible su propuesta de historia brasileña; la que complementa con Interpretación de Brasil, publicada en el 1947, en donde enumera los elementos fundacionales de la nación Brasileña, apelando a la unidad y defendiendo la diversidad racial a manera de consigna, desde el concepto de la gran familia brasileña. Esta tendencia se repite alrededor de toda América y tuvo su manifestación con la historia racial que se construye en Puerto Rico alrededor del nacionalismo albizuísta y el populismo muñocista, en donde se describió a los puertorriqueños como la mezcla benigna de tres razas: blanca, india y negra.

Según Freyre, Brasil es indígena, portuguesa y el fruto de una relación paternalista entre los amos y sus esclavos negros. Su obra se caracteriza por la metáfora de la “casa grande” y/o “Senzala”, entendida como un espacio cobijado bajo la fuerza del amo en su función de padre. Esa relación que articula Freyre, basada en un sistema esclavista inofensivo, le hizo narrar la historia de Brasil reproduciendo el modelo del “crisol de razas”, y que en sus versiones más avanzadas, llegaron a adelantar la visibilidad cultural de grupos tradicionalmente marginados, pero en las peores, los hizo desaparecer por completo de la narración histórica de las naciones americanas. 

En Casa Grande y Senzala…, Freyre dedica un capítulo a la influencia indígena en “la familia brasileña” y otro al “esclavo negro en la vida sexual y la familia del brasileño.” Con el gesto va definiendo a ambas culturas como elementos de la identidad imaginaria de Brasil, pero también institucionalizando muchos de los prejuicios racistas que existen hasta hoy, como cualidades culturales de la identidad hispanoamericana. 

La influencia africana hirviendo bajo la europea y dando un acre ardor a la vida sexual, a la alimentación, a la religión; la sangre mora o negra corriendo por gran parte de población semiblanca, cuando no predominando en regiones aún hoy de gente oscura; el aire de África, un aire caliente, graso, ablandando, en las instituciones y en las formas de la cultura.[23]

Desde su definición de la esclavitud, así como desde su posición de poder, Freyre deriva una herencia atribuida a la raza negra que si bien le da visibilidad, se la da con los prejuicios que produce el imaginario de las clases dominantes. Además, y como Tannenbaum, Freyre insiste en que existió entre las operaciones esclavistas de los europeos católicos, una relación con los esclavos que fue de naturaleza benigna porque respondía a la moral religiosa. Freyre atribuye a esa misma moral asociada a la tradición romana del catolicismo, la falta de ambición económica en la cultura hispánica, ambición que se asociaba entonces, con el capitalismo protestante. El pasado esclavista, descrito por Freyre como paternalista, servía para asignarle un nuevo rol de desventaja en la “gran familia brasileña” a una raza históricamente marginada.

Algunos debates y rupturas.

C. L. R. James en el 1938. (autor de foto desconocido)
C. L. R. James circa 1989. (Haus Publishing)

La esclavitud como un evento económico tuvo consecuencias culturales que todavía hoy se arrastran como formas de opresión y que se manifiestan en la historiografía de muchas formas. El pasado esclavista incide en el presente, porque es siempre el pasado que vemos desde nuestra posición en el tiempo, el que establece las leyes y las relaciones de poder en la cultura. Por lo tanto, antes de discutir los elementos de una ruptura en la forma en que se contó la esclavitud, me hago eco de las palabras de Ira Berlin cuando señala: 

History is not about the past; it is about arguments we have about the past. And because it is about arguments that we have, it is about us. In the study of American history, few arguments have been as impassioned and persistent as the seemingly endless debates about the nature and causes of slavery’s demise.[24]

Para ilustrar cómo las voces de los historiadores afectan los pasados que narran, y cómo son al mismo tiempo productos y agentes de sus propias culturas, no solo basta con estudiar las formas en que se han descrito fenómenos como la esclavitud, sino que también es importante identificar a qué responden los cambios en las interpretaciones de los autores. Por lo tanto, a continuación comentaré parte de la obra de dos historiadores que cuestionaron los planteamientos iniciales sobre la esclavitud pero al mismo tiempo promovieron la necesidad de condenarla como un problema que trascendió su abolición con el racismo, el estigma del color de piel y la desigualdad económica y política que perpetua entre las razas.

Cyril Lionel Robert James, o C. L. R. James, nació en la isla caribeña de Trinidad en el 1901, colonia del imperialismo Inglés, pero pasó gran parte de su vida en Inglaterra. Se formó como historiador, y ejerció como escritor y periodista. Se definía a sí mismo como marxista, y perteneció a un grupo de intelectuales anticolonialistas que se conoció como el “Beacon Group.”[25] Uno de los más importantes legados de James, sería que con su narración de la guerra de independencia haitiana construyó una identidad revolucionaria, que fue producto de la esclavitud y su explotación histórica de la raza negra. Apoyado en el materialismo histórico, llamándose a sí mismo socialista, e influenciado por las luchas políticas en el contexto de la paz entre la Primera y Segunda Guerra Mundial, su trabajo le da visibilidad histórica a la raza negra, sobre la base de su propia lucha emancipadora. 

Con su libro Los Jacobinos Negros: Touissanint L´Ouverture y la revolución de Haití, publicado en el 1938, el tema de la revolución haitiana se elabora no solo como un paradigma de la lucha de clases, que ya recorría libremente el hemisferio como un fantasma, sino que inaugura el tema de la identidad racial creada por su resistencia, como la base para un nuevo sujeto histórico y revolucionario. La obra del trinitense se ha definido entre otras cosas como un clásico, pero “…no es un clásico cualquiera; es uno forjado, como diría Mignolo, no desde la «historia de las ideas en Europa», sino desde la diferencia colonial, muy a contracorriente de su momento intelectual.”[26]

La historia que produce James se narra desde la perspectiva de los esclavos en lucha. Se relaciona la historia de la esclavitud con el racismo y el colonialismo, estableciendo que la revolución haitiana fue consecuencia de la explotación imperialista. En la reconstrucción de C. L. R. James, sobresale la cultura que producen los esclavos, entendida como la base para una identidad que se galvanizó alrededor de nuevas creencias religiosas y el cimarronaje, y que unificó a los haitianos, sirviéndole de base para una comunidad imaginaria que facilitó el éxito de la revolución. 

C. L. R. James propone un cambio radical en la perspectiva historiográfica cuando, como caribeño negro, narra una historia desde abajo. James demuestra los niveles de violencia y explotación que caracterizaron a la esclavitud en Haití y lo relaciona con el enriquecimiento de Francia. Igualmente, reconstruye la fuerza revolucionaria de los sectores oprimidos, reivindicando las premisas marxistas y extendiéndolas hasta la lucha racial. Como trotskista, panafricanista e independentista, James fue una continuación del pensamiento revolucionario europeo, desde el tema de la opresión, pero también un protagonista de su ruptura, cuando redefine al sujeto revolucionario desde su raza y desde su condición colonial. Su trabajo The Case for West Indian Self Goverment, se considera el primer manifiesto independentista en las colonias británicas.[27] C. L R. James fue sin duda pionero en la lucha racial y anticolonial, pero también el primero en plasmar la justicia racial en la investigación histórica desde su reconstrucción de las luchas que dieron los afroamericanos en contra de la esclavitud. Su trabajo histórico contrasta con las posturas que desde el poder se tradujeron en expresiones populistas y con fines civilizatorios, de contemporáneos como Freyre y Tannenbaum, por lo que representa una ruptura en la historiografía del tema. 

Con la reconstrucción de la revolución haitiana despunta una nueva producción histórica que además de por su origen, se diferencia por buscar antecedentes a las luchas contemporáneas, y producen historia táctica y modelos de acción política. Un ejemplo de esta historia reivindicativa sería la que narra Eric Eustace Williams (1911-1981), un historiador y político, también de Trinidad y Tobago, como C. L. R. James. Williams estudió en Oxford y en la Universidad de Howard en Washington, fue activista del “People National Movement” (PNM), e inauguró la plaza de Primer Ministro de su país en 1959, tras su rol de liderazgo en el movimiento que liberó el país de su relación colonial con Inglaterra. Su obra política e histórica, sin embargo, se conoce de forma tardía y limitada en español.[28]

Es desde su influencia europea, principalmente desde la ideología marxista, que Eric Williams se podría entender al mismo tiempo, como revisionista y productor de “nueva historia.” De un lado, recorre conceptos y fuentes conocidas; mientras del otro, elabora una perspectiva desde los intereses de los sectores oprimidos, que le obligan a replantearse las mismas fuentes y conceptos. Williams investigó el tema como hombre negro, caribeño y colonizado, lo que de por sí representa una ruptura. Pero su trabajo también vinculó el desarrollo económico de la esclavitud con el enriquecimiento unilateral y desproporcional de Inglaterra, refutando muchas de las reconstrucciones históricas que se habían hecho sobre el tema. Así también, en el proceso, describe como una consecuencia socio/cultural de la esclavitud, el racismo que termina institucionalizado.  

Eric Williams en 1938.
Eric Williams en 1962.

Anterior a la obra de Eric Williams ya se discutía la esclavitud desde el marxismo, como una fórmula económica pre-capitalista, capaz de acumular las riquezas que permitieron la revolución industrial. Sin embargo, no es hasta Capitalismo y Esclavitud en el 1944, que se asume la discusión académica desde los parámetros de la investigación histórica y sobre las consecuencia que tuvo en la cultura, estableciendo, por ejemplo, que el racismo es uno de los productos de la explotación económica esclavista. Anterior a Eric Williams se argumentaba que la apariencia física de los africanos favoreció la esclavitud. Estas opiniones se apoyaban en teorías seudocientíficas que proponían que las cualidades físicas de los africanos los predispuso a la explotación esclavista. Entre ellas, se habló de su supuesta aptitud física y su tolerancia al calor. Williams desmonta este mito en particular, enumerando lugares en donde el trabajo de esclavos blancos rindió los mismos beneficios y en las mismas condiciones climáticas y laborales. Así también probaba que “El sucesor inmediato del indio no fue el negro, sino el blanco pobre.” [29]

Williams también contribuyó a la comprensión de la esclavitud con su reconstrucción del comercio triangular y el desarrollo económico de las ciudades que participaron en él. Argumentó que fue la caída de la economía en las colonias británicas de América lo que favoreció el abolicionismo y no la buena voluntad de los blancos con poder. Williams afirmaba que no existía un ladrillo en Liverpool que no estuviera mezclado con la sangre de un esclavo negro y añade:  

El abolicionista Clarkson alegaba que la prosperidad de Liverpool se debía a varias causas, entre ellas el tráfico de la sal, el prodigioso aumento de la población del Lancashire y la rápida y gran extensión de las manufacturas de Manchester. Éste es un ejemplo particularmente flagrante de poner el caballo detrás del carro. Fue sólo la acumulación de capital de Liverpool lo que provocó la existencia de la población del Lancashire y lo que estimuló las manufacturas de Manchester. Esa acumulación de capital provenía del tráfico de esclavos, cuya importancia fue mejor apreciada por los contemporáneos que por los historiadores posteriores.[30]

Edificios históricos de Liverpool. (historic-uk.com)
Comercio triangular en el siglo XVIII. (HAMILTON. EJ.: El tesoro americano. 1983).

En la producción histórica sobre el tema de la esclavitud existe también un ángulo europeo que se vio influenciado por la lectura de la esclavitud hecha por los historiadores americanos. Esta tendencia es la que investiga la esclavitud en el “Viejo Mundo” y argumenta que los precedentes europeos, tanto económicos como culturales, entiéndase las civilizaciones europeas, cargaban en ellas con los elementos que favorecieron la implementación de la esclavitud negra en el «Nuevo Mundo» y el éxito económico que significó para los blancos. En ese sentido la producción histórica que se centra en la esclavitud europea crea una nueva línea historiográfica que en lugar de colocar el origen de la esclavitud americana en la explotación de la mano de obra indígena, o inclusive en África, describe su origen en la tradición romana.[31] Desde esa perspectiva es que Eric Williams argumentó que el racismo fue consecuencia del tráfico con esclavos negros y no al revés; y fue desde esa perspectiva también, que se empezó a caracterizar la esclavitud como una institución violenta y opresiva.

Todavía en algunas producciones historiográficas contemporáneas, relacionadas a la esclavitud en América, se cuestionan muchas de las lecturas revolucionarias que se dieron desde reivindicaciones raciales como las de Williams y James. Jaime Olveda Legaspi, por ejemplo, historiador mejicano, miembro del Colegio de Jalisco y catedrático de la universidad de Guadalajara, en el 2013 publicó un ensayo histórico, titulado “La abolición de la esclavitud en México, 1810–1917” en donde entre otras cosas, argumentó que existe mucha obra histórica sobre la esclavitud en la Nueva España, que define al esclavo de una forma inapropiada cuando se insiste en la violencia:

…buena parte de esos estudios presentan la imagen del esclavo americano hasta cierto punto distorsionada, al destacar que vivía en condiciones peores que en su lugar de origen. Debe tenerse en cuenta que los esclavistas en África y en las islas inglesas y francesas prácticamente no tuvieron restricción alguna; en cambio, en los reinos americanos hubo leyes que limitaron el poder o los derechos de los dueños, y permitieron a los cautivos obtener la libertad y poseer propiedades. Como la legislación española abrió esas posibilidades y los dueños abrigaban un profundo sentimiento religioso, en ninguna parte del mundo se liberó a los esclavos como en los territorios de tierra firme.[32]

En la producción histórica alrededor del tema de la esclavitud en América, todavía se mantiene un interés por declarar la esclavitud hispana como una versión noble y benigna, en contraste con las que hubo en las colonias de naciones como Inglaterra y Francia. Como en los primeros acercamientos al tema, cuando se describió la esclavitud con el deseo de fomentar la paz social, aun se debate en la actualidad, sobre la base de causales culturales, las diferentes formas y tratos a los esclavos por regiones y personas como una forma de amortiguar su impacto en la formación de las naciones. Muchas de las investigaciones recientes, sin embargo, al parecer, insisten en que hubo esclavitud menos violenta, con el fin de reconstruir una perspectiva global de la institución basándose en las diferencias. El historiador José Andrés Gallego, quien buscó reconstruir con su obra la totalidad de la esclavitud hispana, discute sus variaciones como parte de un debate todavía abierto. Gallego, aunque asuma la posición de considerar la esclavitud como un legado terrible, y lo haga con el fin de resolverlo, reconoce el debate alrededor de la esclavitud condescendiente como necesario.  

Digamos finalmente que una visión de la esclavitud como la que me propongo  —que  ayude  a  disipar  algunas  de  las  cuestiones  que  se  han planteado  (y  a  plantear  y  resolver  otras  más)—  supone  por  lo  menos tres aspectos a los que intentaré dar respuesta en este libro: primero, si la  esclavitud  se consideraba inhumana  en  el  mundo  hispano;  segundo, si  el  trato  que  recibían,  de  facto,  los  esclavos, era inhumano;  tercero,  si este  trato  era  mejor, igual o peor que  en  las otras  Américas.[33]

De otro lado, en la historiografía producida en América Hispana y respecto a la esclavitud, también se continúa debatiendo, si la introducción de la mano de obra esclava negra, tuvo o no consecuencias importantes, tanto en la composición étnica de las naciones, como en términos de su aportación a la cultura. El debate se divide básicamente en dos bandos: uno que afirma y reconoce la importancia de la afrodescendencia en la sociedad hispana y otro que la descarta como un fenómeno que tilda de irrelevante. Aurelia Martín Casares, por ejemplo, escribe su historia de la esclavitud americana empezando en la europea. La historiadora española, lo hace para argumentar que la forma en que se ha desvinculado de la tradición europea la esclavitud americana, ha banalizado la violencia y el racismo,  perpetuando los debates que lo niegan. Entre otras razones, se ha narrado una historia de la esclavitud americana que va desdibujando la opresión, en gran mediada, por basarse en las fuentes oficiales y metropolitanas:

Precisamente, la presencia de personas esclavizadas en Hispanoamérica no se interpretaba como una forma de continuidad de la esclavitud existente en las metrópolis europeas de la época sino como un fenómeno casi aislado, propio de la coyuntura atlántica. Todo ello contribuyó a banalizar la violencia y el racismo asociados a la esclavitud en el mundo hispánico, al tiempo que silenció las experiencias vitales de los esclavos y las esclavas, así como de sus descendientes, pero también la memoria de los abolicionistas.[34]

Dentro del recorrido historiográfico que sugiero para estudiar el tema en este trabajo, la esclavitud europea como la sugiere Aurelia Martín Casares, y que describe como “… una renovación de la historiografía sobre la esclavitud en España y Europa…”[35] establece unos nuevos márgenes que asumen la perspectiva global que impuso el Estado, y vinculan a Asia, África, Europa y América con la economía esclavista. La esclavitud que describe Martín Casares, por lo tanto, no es solo la que encarnó la raza negra, sino que ha sido un fenómeno continuo a través de la historia de las naciones europeas. La historiografía que reconoce la contribución africana a la cultura americana, y reconoce  el legado histórico de la violencia esclavista, es también la que rechaza las posturas que define la esclavitud hispánica como un sistema paternalista o de poca relevancia en la identidad cultural de los latinoamericanos. 

Quién liberó a los esclavos

«4th United States Colored Troops». (Biblioteca del Congreso).

A continuación y para concluir, propongo discutir dentro de la trayectoria definida por este ensayo, una historiografía contemporánea que busca elevar el rol de los esclavos en la lucha por su propia emancipación. Para eso reseñaré el debate entre los historiadores Ira Berlin y James McPherson, sobre la pregunta de ¿Quién liberó a los esclavos? El choque entre estos historiadores, a manera de introducción, podría resumirse con las expresiones de Ira Berlin, cuando establece los términos del mismo:

Meeting in Washington in December 1992, the American Historical Association convened a panel entitled “Black, White, and Lincoln.” Professor James M. McPherson of Princeton University delivered the lead paper entitled “Who Freed the Slaves?” For historians, the issues involved in McPherson’s question—and, by implication, Lincoln’s proclamation—took on even greater significance because they reflected a larger debate between those who look to the top of the social order for cues in understanding the past and those who look to the bottom.[36]

Ira Berlin (foto de John Consoli / University of Maryland)

Ira Berlin nació en Nueva York en 1941 y muere en junio del 2018. Historiador blanco, graduado de la Universidad de Wisconsin, profesor en la Universidad de Maryland y presidente de la Organización Americana de Historiadores. Berlin se nutre y le da continuidad a la tradición historiográfica que busca narrar los acontecimientos desde abajo y que se inaugura en el tema de la esclavitud con la historia que produjeron los trinitenses afrocaribeños James y Williams. Su producción histórica cuenta con una decena de libros, mayormente en el tema de la esclavitud estadounidense, siendo una de sus obras más reconocidas The Long Emancipation: the Demise of Slavery in the United States, publicada en el 2015, en donde entre otras cosas, desarrolla su visión sobre la participación activa de los esclavos en la lucha contra la esclavitud. Su perspectiva considera la resistencia antiesclavista más allá de la identidad abolicionista de los hombres blancos en el poder, definiendo una cualidad importante del proceso que llamó “The Long Emancipation”, y que lo caracteriza en el debate histórico alrededor de la pregunta de ¿quién liberó a los esclavos? en Estados Unidos. Precisamente en el trabajo que tituló Who freed the slaves?, Berlin hace claro su argumento principal, cuando arguye que la esclavitud perdió su ventaja e inició su proceso de descomposición como consecuencia del desarrollo del capitalismo. Sin embargo, no se limita a eso, también destaca de su reconstrucción el rol activo de los esclavos en su propia liberación, una de las características ignoradas por la historiografía del tema. Por mencionar un ejemplo, según Ira Berlin los afroestadounidenses reconocieron mucho antes que los blancos, su rol en la Guerra Civil. 

Some slaves did not even wait for the war to begin. In March 1861, before the first shots at Fort Sumter, eight runaways presented themselves at Fort Pickens, a federal installation in Florida, “entertaining the idea”—in the words of the fort’s commander—that Federal forces “were placed here to protect them and grant them their freedom.” The commander believed otherwise and delivered the slaves to the local sheriff, who returned them to their owner.[37]

Ira Berlin arguye que el proceso que describe como el “demise” de la esclavitud desembocó en la guerra, y que además de largo y complejo, responde a una serie de factores que incluyeron la competencia con el trabajo asalariado y al discurso abolicionista desde arriba; pero también, y sobre todo, a la resistencia espontánea y cotidiana de los esclavos que escapaban, saboteaban y retaban la autoridad, pero también fueron soldados. Por lo tanto, cuando discute la Guerra Civil, contrario al énfasis de historiadores como McPherson, Berlin decide narrar episodios que describen la autogestión de los afroamericanos, más que a las figuras prominentes e institucionalizadas, en las que la historia oficial ha puesto la importancia. 

James M. McPherson (captura de imagen de BYU Speeches)

La perspectiva desde arriba, es la que representó James McPherson en el debate. McPherson nació en el 1936, en Georgia y murió en Iowa, en el 2016. Fue un historiador blanco, catedrático en Princeton, que estudió la historia de la esclavitud en América desde el énfasis en la Guerra Civil y los líderes de la reconstrucción, y que también fue un reconocido cuentista con varias antologías publicadas. [38]  Su obra favorece la historia militar y la gestión de grandes hombres, y se manifiesta consistentemente a través de su carrera inaugurada formalmente con su libro The Struggle for Equality en el 1965. Con su obra Battle Cry of Freedom, ganó el Premio Pulitzer en 1988, y es reconocido en el 2007 con el Pritzker Military Library Literature Award, por una vida de contribución a la historia militar. Como historiador, al acercarse al tema, lo hace en el contexto de la Guerra Civil y apoyado en las gestiones abolicionistas. Con esto queremos apuntar a que tanto sus fuentes, como sus perspectivas, se basan en reconstruir la historia de un abolicionismo ejecutado desde arriba.

James McPherson sin embargo, reencaminó su trabajo y podría ser considerado en su etapa tardía, como parte de la historiografía que defiende la lucha auto-enmancipatoria de los esclavos, según discute en su libro Marching Toward Freedom: blacks in the Civil War (1861-1865), publicado en el 1994, tras una revisión extensa de su edición original del 1967. La investigación revisada y reeditada de McPherson reconstruye algunos eventos de resistencia esclava, usando canciones, anécdotas y testimonios, que demuestran la participación concreta de los esclavos en los esfuerzos del Norte, durante la Guerra Civil. McPherson reconoce el rol de los afroamericanos como soldados, y como una fuerza dentro de la comunidad de apoyo, aunque no le atribuye todavía la identidad colectiva requerida, como para la confección de un concepto del abolicionismo como el que Ira Berlin le atribuye a “Major Martin Delany, the highest-ranking black officer in the Union army, whose imposing title did little to conceal a long, well-known record of abolitionist radicalism.”[39] McPherson entiende que sin una conciencia de emancipación, como la que construyeron los líderes abolicionistas blancos desde el Poder, el rol de los esclavos en la guerra no podía tener un fin abolicionista como programa colectivo. A eso Ira Berlin responde que el deseo de libertad de los esclavos y el abolicionismo blanco, no se interceptan en la mayoría de las reconstrucciones históricas de la Guerra Civil, pero las acciones de los esclavos fueron una fuerza vital e indiscutible tras el abolicionismo.[40]  


NOTAS

[1] Ana María Martínez de Sánchez. “Vivir y Morir en los confines meridionales. Los africanos y sus descendientes en Córdoba del Tucuman.” En Esclavitud, mestizaje y abolicionismo en los mundos hispánicos, editado por Casares, Aurelia Martín, Editorial Universidad de Granada. 2015. Pág. 15.

[2] UNEAC. Falleció el historiador Jorge Ibarra Cuesta. 8 junio 2017. http://www.uneac.org.cu/noticias/fallecio-el-historiador-jorge-ibarra-cuesta

[3] Jorge Ibarra. “Marx y las interpretaciones culturalistas de la esclavitud americana colonial.” A Contra Corriente. Vol. 5, No. 2. Winter, 2008.

[4] Jorge Ibarra. “Marx y las interpretaciones culturalistas de la esclavitud americana colonial.” Pág.166.

[5] Frank Tannenbaum. Slave and Citizen: The Negro in the Americas. New York: A.A. Knopf, 1947.

[6] Ibarra, 143. 

[7] Frank Tannenbaum. The Labor Movement: Its Conservative Functions and Social Consequences. New York. 1921.

[8] Frank Tannenbaum.Wall Shadows: A Study in American Prisons. G.P. Putnam’s Sons. New York. 1922

[9] Frank Tannenbaum. Whither Latin America? : An introduction to its economic and social problems. Thomas Y. Crowell Co.. New York. 1934.

[10] Tennenbaum. Slave and Citizen, 124.

[11] Tennenbaum. Slave and Citizen, 124.

[12] Tennenbaum. Slave and Citizen, 123.

[13] Tennenbaum. Slave and Citizen, 133. 

[14] Tennenbaum. Slave and Citizen, 124.  

[15] Tannenbaum. Slave and Citizen, 126. 

[16] Matthew Yeager,Frank Tannenbaum. “The Making of a Convict Criminologist.” The Prison Journal. 2011. 

[17] Harlem Renaissance Encyclopedia. 

[18] Enrique Krauze. «Frank Tannenbaum: el gringo que entendió a México.» Letras Libres 12. No. 1444. 2010.

[19] Tannenbaum. Slave and Citizen, 126.

[20] Ver la investigación sobre los intentos de expulsar del mercado capitalista a los negros, de Andre L. Smith. Tax Law and Racial Economic Justice: Black Tax. Lexington Books. Lanham, Maryland. 2015.

[21] Klengel, Susanne. «El Estilo De La Historia En Los Tiempos De Guerra: Gilberto Freyre Y Los Ensayistas Latinoamericanos En La Obra De Fernand Braudel.» Revista Chilena De Literatura. Núm. 88. 2014.

[22] Guillermo Giucci Schmidt. «Gilberto Freyre. Una biografía cultural. La formación de un intelectual brasileño (1900-1936).» Revista Poligramas. Núm. 27. 2007.

[23] Gilberto Freyre. Casa Grande y Senzala: Introducción a La Historia De La Sociedad Patriarcal En El Brasil. Biblioteca Ayacucho. Caracas, Venezuela. 1977, 52. 

[24] Berlin, Ira. The Long Emancipation : The Demise of Slavery in the United States, Harvard University Press, 2015. 

[25] Stephen Howe. «James, Cyril Lionel Robert (1901–1989), historian and writer.» Oxford Dictionary of National Biography. 23 Sep. 2004.

[26] Jorge Eduardo Suárez Gómez y Diana Consuelo Martínez Giraldo. «Los Jacobinos Negros de C. L. R. James: el Debate raza/clase en lasa Ciencias Sociales Caribeñas.» Boletín De Antropología 30. No. 49. 2015.

[27] Kaneesha Cherelle Parsard. «Barrack Yard Politics: From C. L. R. James’s the Case for West-Indian Self Government to Minty Alley.» Small Axe. A Journal of Criticism 22. No. 3. 2018.

[28] En el 1973, ediciones Siglo XX publicó en Argentina su primera versión en castellano. Para este trabajo uso: Eric Williams. Capitalismo y Esclavitud.Traficantes de Sueños, Madrid. 2011. Traducción basada en la de Martín Gerber.  

[29] Eric Williams. Capitalismo y Esclavitud, 36. 

[30] Eric Williams. Capitalismo y Esclavitud, 107. 

[31] Ver Aurelia Martín Casares, ed. Esclavitud, mestizaje y abolicionismo en los mundos hispánicos. Editorial Universidad de Granada. Granada, España 2015.

[32] Jaime Olveda Legaspi. «La abolición de la esclavitud en México, 1810-1917.» Signos Históricos. No. 29. 2013.

[33] José Andrés Gallego. La esclavitud en la América española. Ediciones Encuentro, S. A. Madrid España. 2005, 26.

[34] Aurelia Martín Casares. ed. Esclavitud, mestizaje y abolicionismo en los mundos hispánicos. Granada: Editorial Universidad de Granada. 2015, 7. 

[35] Aurelia Martín Casares, ed. Esclavitud, mestizaje y abolicionismo en los mundos hispánicos, 7. 

[36] Ira Berlin, “Who Freed the Slaves? Emancipation and Its Meaning,” en Union and Emancipation: Essays on Politics and Race in the Civil War Era, ed. David W. Blight and Brooks D. Simpson. Kent State University Press, Kent, OH. 1997.

[37] Ira Berlin, “Who Freed the Slaves? Emancipation and Its Meaning,” 1997, 3. 

[38] McCluskey, John, Jr. «James Alan McPherson Biographical Note & Bibliography.» Callaloo 39, no. 4. 2016.

[39] BERLIN, IRA. The Long Emancipation: The Demise of Slavery in the United States. Harvard University Press, Cambridge., Mass. 2015, 2.

[40] Ira Berlin, “Who Freed the Slaves? Emancipation and Its Meaning,” en Union and Emancipation: Essays on Politics and Race in the Civil War Era, ed. David W. Blight and Brooks D. Simpson. Kent State University Press. Kent, OH. 1997, 9-10. 


BIBLIOGRAFÍA 

Artículos

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Amado Martínez Lebrón

Trabajo Plástico, Conceptual y Escrito