Al Toro México | Versión Imprimible
Los matices de la emoción (video)
Por: Jorge Raúl Nacif | Foto: Emilio Méndez
Domingo, 21 Feb 2016 | México, D.F.
El cuarto rabo para Pablo, a quien Ponce acompañó en volandas
El público que acudió a la última corrida de la Temporada Grande salió contento y así se palpaba en los túneles del coso y en las calles aledañas el embudo monumental de Insurgentes, donde los matices de la emoción se conjugaron para brindar una tarde de toros con diferentes aristas de análisis y que tuvo por marco una entrada estupenda.

El rabo para Pablo Hermoso de Mendoza constituyó una de las noticias de la tarde y de la temporada. Naturalmente que el premio de los máximos trofeos es siempre polémico, pero lo que no tiene punto de discusión es el nivel al que rayó el maestro navarro delante del segundo ejemplar que enfrentó.

“Tejocote”, de Los Encinos, fue un toro noble y con transmisión, al que acertadamente Pablo castigó de una forma muy medida con solamente un rejón. Brilló el jinete al templar a dos pistas y el punto máximo de su labor fue montando a “Dalí”, un caballo pleno de expresión y torería.

Certero con las banderillas, expuso con piruetas a muy corta distancia que pusieron al público en pie. Acto seguido, colocó cortas a lomos de “Pirata” y luego la ejecución del par a dos manos fue sensacional. El rejonazo resultó efectivo y el toro sucumbió con prontitud, por lo que la mayoría del público solicitó el rabo, el cuarto para Pablo Hermoso en la Plaza México.

Resulta digno de mencionar que con una trayectoria exitosa y la vida resuelta, Hermoso de Mendoza continúe al más alto nivel y emocionándose de tal forma que, irremediablemente, termina emocionando a los espectadores que con ilusión van a verle torear y hoy le brindaron el siempre emotivo grito de “torero, torero”.

Lo mismo puede aplicársele a Enrique Ponce con tanto años a cuestas e intacto en su expresión y esfuerzo. La faena del “consentido” al segundo de su lote será recordada como una de las mejores de la Temporada Grande, tanto por el planteamiento técnico como por los resultados artísticos.

Con la suavidad como bandera, acarició las acometidas de un manejable toro de Teófilo Gómez para exprimirle hasta la última gota con muletazos por ambos pitones, sacando el pecho y sentado en los riñones, girando únicamente sobre los talones para endilgar el siguiente trazo de las series y un magistral manejo de sus muñecas.

Confiado, hizo rugir al público al ejecutar la poncina y, si no terminó por llevarse las orejas, fue porque el acero se lo impidió al no ser efectiva la ración que consiguió. Sin embargo, lidió un toro más, el que correspondía a El Payo, que no pudo ya salir debido a un problema gastrointestinal.

A este ejemplar, que causó un tumbo y los hombres dela cuadra requirieron varios minutos para poner en pie al jamelgo, lo pulseó magníficamente para que surgiera el milagro del temple. Interesante la faena del valenciano, que dinamitó los tendidos al ejecutar la poncina como una dosantina de rodillas con cambio de mano incluido.

Aquel momento fue la locura y los gritos de “torero torero” fueron cada vez más intensos. La estocada casi entera terminó por amorcillar al burel, pero un eficaz descabello –al más puro estilo de Roberto Domínguez- puso una oreja en sus manos, poco premio numérico para las emociones que generó el valenciano.

Sin embargo, importan poco los apéndices cuando surge el sentimiento del toreo. Un trofeo pudo cortar delante de su primero, toro con poca fuerza pero que terminó entregado a la muleta del maestro ibérico, que sigue impresionando con todo el cúmulo de virtudes que puede atesorar una sola persona.

Fermín Rivera no se quedó atrás y dio muestra clara de su valía como torero. Con una tauromaquia sobria, le plantó cara a su primero, que se desplazaba bien y con calidad, aunque terminó por ser un tanto tardo. El nieto del maestro Fermín le fue siempre paciente para templarlo con una buena dosis de clase.

Sin salirse de su concepto, fidelidad que en estos tiempos es difícil de hallar, el potosino mantuvo siempre el interés del trasteo, con base en un trazo firme y una colocación digna de admirar. Y como fue certero a espadas, cosechó una muy merecida oreja que con toda seguridad resulta muy importante para él debido a la magnitud del compromiso.

El segundo de su lote resultó deslucido y por momentos se quedaba cortito, sin estar sobrado de fuerza. Fermín Rivera no bajó los brazos y anduvo insistente, en ocasiones pisándole sus terrenos, pero la faena no pudo terminar por romper y todo quedó en cálidos, mismos que reconocieron también el mérito de actuar apenas 15 días después de la cornada sufrida en Autlán.

El planteamiento de Octavio García “El Payo” ante el tercero fue bueno, pues consiguió limar a un ejemplar que, aunque sin demasiada violencia, tendía a puntear. El ejemplar fue acoplándose y embistió con un poco de mayor limpieza, y entonces El Payo brindó trazos de estupenda factura, sobre todo al desmayar el engaño al natural.

Sin embargo, el queretano se sintió mal y volvió el estómago, de tal forma que ingresó a la enfermería tras dar muerte al burel y ya no le fue permitido salir a lidiar a su segundo, pues estaba deshidratado y con un problema gastrointestinal, según los reportes que surgían en el callejón. Lástima grande, pues la ambiciones de un Octavio que llegó a este festejo con la reciente fractura del tabique nasal que sufrió en Querétaro la semana pasada, se vieron truncadas.

Abrió plaza Hermoso de Mendoza ante uno de Los Encinos al que le faltó mayor fijeza, pero fue noble ante las cabalgaduras. El navarro toreó bien a la grupa y fue certero con las banderillas, destacando los momentos sobre el magnífico “Ícaro”. El caso es que pudo haber tocado pelo de no fallar con el rejón de muerte.

Así, en medio de un público emocionado y tras cuatro horas de festejo, Pablo fue levantado en hombros junto con Enrique Ponce que, aunque no cortó dos orejas como tradicionalmente se requiere para salir por volandas, emocionó de tal forma que nadie le reprochó cruzar por los aires la puerta del encierro, como rúbrica para una Temporada Grande.
Ficha
México, D.F.- Plaza México. Vigésima y última corrida de la Temporada Grande. Más de tres cuartos de entrada (unas 35 mil personas) en tarde espléndida. Dos toros de Los Encinos, desiguales en presentación y juego, de los que destacó el 4o. por su transmisión, premiado con arrastre lento. Y seis de Teófilo Gómez, parejos en hechuras, nobles, dóciles y flojos; el 5o. premiado con arrastre lento. Pesos: 522, 512, 515, 541, 504, 511, 522 y 549 kilos. Pablo Hermoso de Mendoza: Palmas y dos orejas y rabo con algunas protestas. Enrique Ponce (sangre de toros y oro): Palmas, vuelta y oreja en el que lidió por El Payo. Fermín Rivera (negro y oro): Oreja y palmas. Octavio García "El Payo" (lila y oro): Palmas en el único que mató. Incidencias: A mitad de la faena de El Payo delante del cuarto, se sintió mal y devolvió el estómago en el burladero de matadores. Dio muerte al toro y pasó a la enfermería para ser revisado de un cuadro agudo de deshidratación, algo similar a lo que le ocurrió en Guadalajara en octubre del año anterior, en que padecía una severa gastroenteritis.