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Luis Freg y Juan Silveti: Dos valientes

Lunes, 10 Oct 2022    Puebla, Pue.    Horacio Reiba | La Jornada de Oriente   
Remembranza de su paso por Madrid, en el año de 1922
Fue ésta la primera vez que coincidieron dos mexicanos en una terna de matadores en la capital de España –y, en términos absolutos, dos extranjeros–.  Seis años antes, en Barcelona (18-06-16), Luis Freg le había cedido los trastos a Juan Silveti Mañón en una reedición del cartel de su alternativa original en El Toreo de México (16-01-16). Y la empresa del coso de la carretera de Aragón volvía a reunirlos para otra confirmación, la del joven espada madrileño Antonio Sánchez, con una corrida de Felipe Montoya, antes Marqués de Cañada Honda: seis ejemplares de muchísimo respeto, tanto por corpulencia como por su imponente arboladura. 

Luis Freg y Juan Silveti

Dos tipos de cuidado. Dos de los valientes más valientes en la historia del toreo, nacido el uno de Nonoalco (1890) y el otro de la capital del estado de Guanajuato (1893). A Luis se le conocía en España como "Don Valor"; a Juan, en ambos países, como "El Tigre de Guanajuato" o "Juan sin Miedo". Temerarios ambos y, sin embargo, harto disímiles entre sí. La valentía del fundador de la dinastía Silveti era de tono ruidoso, alharaquiento, inevitablemente espectacular; por contraste, lo de Freg un valor callado, más cercano al estoicismo que tantas cornadas le costó. 

Con Rodolfo Gaona había florecido la certeza de que México era capaz de producir toreros de alto cartel, y una nube de ilusionados aspirantes emprendió su propio camino tras la huella del esteta leonés. Entre los pocos que al pronto lograron descollar estaban Freg y Silveti, que sin alcanzar las alturas señeras del "Indio Grande" consiguieron abrirse paso y obtener reconocimiento en México y en España, particularmente "El Rey del Acero", como también se conocía a Luis Freg Castro en atención a la pureza y rectitud de sus estocadas.

No era cualquier cosa que la empresa de Madrid los reuniera en la misma combinación. El cartel que cerraba el segundo abono de 1922 era relativamente modesto, pero más de la mitad del graderío estaba ocupado por madrileños deseosos de aplaudir tanto a su novel paisano como a aquel par de mexicanos, dispuestos siempre a subírseles a las barbas a sus alternantes sin importar razones de paisanaje ni de ninguna otra naturaleza.

La corrida

A la hora buena, Antonio Sánchez no mató astados de la ganadería anunciada sino uno de Sotomayor   –el de su confirmación–, para cerrar plaza delante de un sobrero de Villagodio sustituto del sexto de Montoya, notoriamente cojo. Dos toracos de cuidado. Lo mejor que hizo fue meterles la espada pronto y bien, por lo que fue ovacionado.

Los mexicanos salieron a comerse el mundo. Cómo sería la cosa que, aunque ninguno de sus toros cayó a la primera estocada, el público obligó a la presidencia a concederle a Freg la oreja de su primero y a Silveti la del quinto de la tarde tras haberse solicitado con fuerza la del segundo. Al final, ambos fueron paseados en hombros y llevados así por las calles. Por encima del cierzo otoñal, en el viejo coso quedó latiendo el eco de sus hazañas.

El ganado

Los toros de Felipe Montoya superaron en casta y empuje a los de Sotomayor y Villagodio que parcharon la corrida. Destacó el cuarto, cuya bravura emocionó tan vivamente al público que solicitó para sus despojos el premio de la vuelta al anillo. Palacio Valdés lo relató así: "El corrido en cuarto puesto, que salió abanto, enhebró entre los cuernos el capote de un peón y, cegado por la tela, siguió "pa lante", despedazando la barrera con el testuz como si las tablas fueran manteca; y después de recorrer el callejón, volvió al anillo a realizar una buena pelea; olvidó tanto el formidable porrazo que aún remataba en los susodichos tableros. Se obligó a los mulilleros a dar con el formidable ejemplar la vuelta al ruedo, y se ovacionó al ganadero". (ABC, 10 de octubre de 1922).

Tres versiones del suceso

Eduardo Palacio Valdés abre su relato encareciendo la afectuosa recepción del público de Madrid a los mexicanos. La actuación de "Don Valor" la expuso en estos términos: "Luis Freg capoteó regularmente al tercer toro con el que realizó una breve y adornada faena que coronó con un pinchazo, otro superior, una estocada alta, otro pinchazo y, entregándose materialmente, un estoconazo superior a costa de la consiguiente voltereta... recibió, como premio a su valor, la oreja del astado… Tal oreja es la primera de las concedidas a Freg en Madrid que veo entregarse en el ruedo; la del año pasado y la del anterior, etc. les fueron enviadas a la enfermería… Al bravísimo cuarto lo veroniqueó superiormente y tras brevísima faena clavó media estocada torcida, señaló un buen pinchazo y dejó media en la yema, oyendo muchos aplausos". (Íbid).

Sobre el triunfo de Silveti, mayor si cabe, expresó: "Juan Silveti, que pasea cotidianamente por Madrid un formidable puro y un aun más formidable chambergo, se mostró el domingo poseedor de un valor que achica, hasta borrarlos, cigarro y sombrero… En su primero lanceó brillantemente, hizo lo mismo en quites y una gran ovación lo acompañó hasta el estribo cuando tocaron a banderillas. Con la muleta se apretó aun más que con la capa, si es posible, y en cuanto cuadró al de Montoya entró, algo precipitadamente, y dejo una estocada casi entera que mató. Oyó una ovación grande, dio la vuelta al ruedo, salió a los medios cuatro veces a saludar y parte del público pidió la oreja, que no se concedió. Al quinto de la tarde lo veroniqueó quieta y erguidamente y derrochó valor en los quites… Y sentado en el estribo inició una faena valiente hasta la exageración, cuajada de desplantes, que emborrachó materialmente al público y asombró al propio toro; tres pinchazos y una entera dieron fin al bicho otorgándose a su matador la oreja, una gran ovación y el honor de salir varias veces a los medios a saludar". (Íbid).

El cronista de La Voz, que era Corinto y oro, fue enfático al resaltar el significado de la corrida de referencia. "El 8 de octubre de 1922 los caudillos mejicanos Juan Silveti y Luis Freg entraron triunfalmente en la mezquita del toreo. El público madrileño cubrió de gloria a estos dos grandes matadores, y la voluntad popular se manifestó con ellos tan hidalga y tan generosa que Juan y Luis recibieron el galardón supremo que la muchedumbre otorga a los héroes de la torería: la oreja de un toro, diploma de honor, premio a la valentía serena y al arte de la lidia a muerte de las reses bravas. Y tras breve deliberación, como examen de las valerosísimas hazañas que uno y otro espada realizaron en la torera tarde del domingo, el pueblo soberano acordó que era de justicia rendirse a la evidencia y colocó en los primeros renglones de su lista de toreros favoritos a Luis Freg y Juan Silveti… Ayer estrechamos nuestros lazos de amor fraternal con su hermosa República…  dos valerosos toreros mejicanos fueron frenéticamente aclamados por un público noble, representante de toda la nación hispana… Ayer me pareció que la bandera que ondeaba sobre el gran edificio del toreo no era amarilla y encarnada sino verde, blanca y roja. ¡¡¡Méjico!!!". (La Voz, martes 120 de octubre de 1922).

Diógenes Ferrand fue más explícito en el relato de las faenas. Sobre Freg con el segundo de la corrida relató: "Luisillo saludó a su primer enemigo, un toro gordo y muy bien armado, con cinco verónicas muy parado y moviendo los brazos con soltura. Remató con un recorte que resultó apretadísimo por haberse acostado el toro por el lado derecho… El tercio de quites es animado: Freg, abanicando, llevó a la fiera hasta el tercio opuesto; Silveti se aprieta cuando llega su turno, Sánchez también se muestra deseoso de agradar y en cuarto término, Luis hace un quite sencillo para no apurar mucho al burel. El público no cesa de aplaudir… Y con la muleta, efectúa una faena, más que artística, valiente. Sobresalen un pase alto con la derecha, dos de pecho con la misma mano y ayudados por bajo entre los mismos pitones. Entrando en corto deja un magnífico pinchazo… repite y de nuevo encuentra hueso. Luego de un tercer pinchazo entrando a ley, se entrega y mete la espada hasta la empuñadura, es prendido y buscado en el piso, la escena reviste gran emoción pero por fortuna no hay herida. Ovación grande, oreja y vuelta al ruedo."

La gran tarde de Silveti, Ferrand la narró así: "Había verdaderos deseos de ver a este torero, que por diferencias con empresarios o por intrigas de algunos no ha toreado aquí lo que debiera… Recibió Juan a su primero con un cambio de rodillas y, de pie, con una soberana tanda de valientísimas verónicas… Llegado el último tercio, Juan ordena que toda la peonería abandone el ruedo y, solo con su enemigo, comienza su labor con un pase por alto con los pies juntos, corriendo la mano y peinando el lomo del toro, que es revoltoso pero se encuentra siempre con la muleta, el hombre firme en su sitio y mandando a ley. El público está de pie cuando Silveti ataca señalando un pinchazo antes del estoconazo que mata. Estalla la ovación delirante y se pide la oreja, pero el presidente no la concede, como si quisiera ver hasta donde es capaz de llegar el mexicano".

"El quinto es el mejor mozo de la corrida. Silveti torea por verónicas muy apretado y parando una enormidad. Difícilmente habrá quien pare más con el capote. En quites se hacen aplaudir los tres maestros. Silveti brinda al general Burguette y comienza la faena en el estribo con la mano de cobrar los aztecas (y de seguir así cobrará muchos.) La faena, como la anterior, es ultra-emocionante; sobresalen tres pases altos barriendo con la muleta los lomos de la fiera; hay dos pases rodilla en tierra que provocan gran alboroto. El toro achucha por el lado izquierdo, pero esto no amedrenta al bravo lidiador. Viene un pase natural con la derecha, el toro se revuelve rápidamente y se produce uno de pecho ceñidísimo. El público está de pie, la música (sic) suena en honor del matador. Entrando de largo, agarra un gran pinchazo, viene luego una estocada entera que no basta; sigue otro alfilerazo y, finalmente, se vuelca sobre el morrillo y hace pupa al animal.

Ahora sí, la presidencia escucha el clamor popular y la oreja del de Montoya es concedida a este ilustre representante del valor y el arte de la torería de su país. Se escucha el grito de ¡Viva México!" (El Universal Taurino, Ciudad de México. 30 de octubre de 1922)

La impresión que dejan estas reseñas es de una ligera superioridad del patriarca de la dinastía Silveti sobre Luis Freg. La realidad es que Freg toreó mucho más en España (294 corridas); y en cuanto a triunfar en Madrid, vale consignar que cortó más orejas (media docena) que, inclusive, Rodolfo Gaona. Ni Juan ni Luis alcanzaron tratamiento de figuras, pero ambos compitieron dignamente con los mejores de su época, acreditando siempre una valentía fuera de lo común. La misma que reflejan las crónicas de primera mano de su triunfo compartido del 8 de octubre de 1922, tarde por tantos motivos memorable.


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