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El desesperado plan de Verónica.

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Annotation

Verónica Contreras anhelaba volver a compartir la vida de Cristian, por no hablar de su cama. Pero existían dos grandes obstáculos: la oposición de sus padres y la pérdida de su memoria. Para Verónica, los recuerdos de su amor eran preciosos; pero Cristian no la recordaba, ni siquiera se daba cuenta de que existía. Por eso se embarcó en un plan desesperado, arriesgándolo todo en busca de su amor perdido. El acaudalado empresario Cristian Montalbán tenía amnesia provocada por un accidente y, a pesar de la angustia, decidió, vivir la vida que, según los padres no recordaba, le dijeron que era, un multimillonario mujeriego, que algún día se casaría con una mujer de su mismo nivel. Pero la hermosa desconocida que se acercó a él en la playa parecía ser una tentación y una experiencia muy excitante, que deseaba vivir. ¿Qué hará Verónica para recuperar el amor de Cristian? ¿A pesar de su amnesia, Cristian comprenderá que el corazón nunca olvida?

Capítulo 1

Al entrar al apartamento, Verónica fue interrumpida por el sonido del teléfono residencial, lo cual le generó impaciencia. Miró la hora en su reloj de pulsera, eran la cinco de la madrugada. Era muy temprano, solo deseaba descansar después de su presentación en el club-restaurante de sus padres. Decidió ignorar la llamada y colgó su guitarra en la pared, se quitó las botas y abrió las ventanas. Finalmente, el teléfono dejó de sonar.

—Perfecto—dijo agotada.

Se quitó la chaqueta de cuero, la camiseta y los blue jeans. Iba a darse una ducha caliente e interminable.

“Al fin, ¡Qué delicia!” —pensó deseando entrar en la bañera.

Una vez más, el teléfono sonó incesantemente. Decidió ignorarlo y, tras media hora, se sintió renovada y se dirigió a la cocina para disfrutar de dos sándwiches de jamón y queso a la plancha con jugo de naranja. Sin embargo, cuando el teléfono volvió a sonar, Verónica se resignó y finalmente contestó.

—¿Aló? —dijo ella, con voz resignada.

—¿Verónica? ¿Eres tú? ¡Oh dios mío, cuánto me alegro de que estés ahí! —replicó una voz femenina aguda y nerviosa—. ¡Desde ayer que intento localizarte! Pero no caía la llamada... Oh, Verónica… —la mujer se echó a llorar.

A Verónica le dio un vuelco el corazón al reconocer la voz. Pertenecía al pasado, un pasado que había intentado dejar atrás, pero que todavía la asaltaba en momentos oscuros y agónicos.

—¡Isabel! —Verónica no pudo decir más. Una mezcla de sentimientos confusos la abrumó. A Isabel le apreciaba, la quería, pero Isabel estaba demasiado próxima a ese rincón de su alma que pretendía olvidar y que le hacía tanto daño.

—¡Verónica, oh, Verónica! Ha ocurrido algo terrible; siento mucho llamarte, pero no me lo hubiera perdonado sino te avisaba.

—¡Isabel! ¿Qué ocurre? ¿Por qué estás tan histérica?

—Cristian—sollozó Isabel angustiada—. Tuvo un accidente, un coche conducido por adolescentes ebrios…

 Un accidente de tráfico. Verónica se quedó helada de terror, pasmada sin poder creerlo. No podía ser.

"¡POR FAVOR, NO!"

—¡¿CRISTIAN?!—gimió aterrorizada, casi sin voz preguntó—. ¿Aún... vive?

—¡Sí, está vivo!... Lo tienen en terapia intensiva. Es decir, está bien físicamente excepto por un hombro roto, pero su cabeza…

—¿Su cabeza…? — varias imágenes horribles inundaron la mente de Verónica.

—Mi hermano, ha estado cayendo de la conciencia a la inconsciencia. Hubo un instante en que se despertó. Pero no reconoce a nadie. Lo llamé y ¡No sabe quién soy! —gritó Isabel—. Es decir, le dijeron que soy su hermana, pero cuando hablé con él no me conoció; fue horrible, como hablar con un extraño.

Verónica sintió que perdía el piso bajo sus pies.

"¿Cristian sin memoria? ¡Dios mío no puede ser!"

—¿Vas a venir Verónica? Estoy segura que a ti si te reconocerá. Por favor amiga...

—¿Están en Miami?

—Sí, estamos en el Miami Medical Centers.

—Está bien, voy a llamar ahora mismo para conseguir un pasaje de avión, *p*n*s lo tenga te aviso cuando vaya saliendo para allá.

—Está bien, aquí te espero. Llama cuando llegues al aeropuerto.

Cuando compró el pasaje, hizo una pequeña maleta y llamó a sus padres, Belinda y Gustavo Contreras, quienes en ese momento se encontraban cerrando el negocio, para explicarles la situación. A pesar de que no estuvieron de acuerdo, aceptaron su decisión. Verónica los adoraba, ya que siempre respetaban sus elecciones, aunque siempre demostraban ser protectores. Se despidió con la promesa de llamar en cuanto llegara a su destino.

Una vez en el avión, Verónica se sentía aprisionada, sin escapatoria. Hacía un año que no veía a Cristian, y durante todo ese tiempo había intentado en vano olvidar lo que había pasado entre ellos, aceptando que su relación había terminado en tragedia. Gracias al apoyo de sus padres y a su psicólogo, había logrado salir adelante, aunque recordar la razón de su separación seguía siendo doloroso. Cada noche, cuando salía al escenario del club-restaurante de sus padres, interpretando sus canciones, recordaba a Cristian.

A pesar de que muchas noches sus sueños se convertían en pesadillas, soñaba constantemente con él, lo llevaba metido en cada célula de su cuerpo.  Ella aún seguía sintiendo un profundo amor por él. A pesar de que su madre le decía que era joven y que algún día olvidaría, ella no estaba tan segura. Ahora, tendría la oportunidad de ver a Cristian de nuevo y descubrir si ella, la mujer que él amó, podía ayudarlo a recuperar la memoria.

Si lo conseguía, si volvía a recordar, también recordaría esa horrible mañana en la que el cuento de hadas se convirtió en pesadilla.

Durante un perverso instante sintió envidia. Cristian ya no recordaba. Cristian tenía suerte.

****

 Verónica se encontraba frente al Miami Medical Centers. Respiró profundo y se dirigió a la recepción desde dónde llamó al celular de Isabel.

—¡Verónica! —exclamó Isabel, abrazándola.

—¡Isabel! Vine en cuanto pude... ¿Cómo sigue Cristian?

—Cuando salimos de su cuarto estaba inconsciente. Pero podría despertar en cualquier momento.

Verónica se dirigió al esposo de Isabel.

—Hola, Enrique.

Él se acercó a darle un beso en la mejilla.

—Hola, Verónica, tanto tiempo sin vernos.

—Pues, casi más de un año. ¿Ustedes todavía viven en New York?

 —Si, aún trabajo para el mismo despacho de abogados. —le dijo Enrique.

—Nosotros vamos saliendo para el aeropuerto. Enrique tiene un cliente que le está esperando y desde que salí embarazada no me quiere soltar. Cree que soy una niña que no me se cuidar... —dijo Isabel.

Enrique le sonrió.

 —Sabes que no es por eso. Esa es mi manera de protegerte.

—Muy bien, no me quejo. —le dijo sonriendo Isabel a su esposo. Y después le dijo a Verónica la habitación dónde se encontraba su hermano.

—Por favor, Vero, mantenme informada. Ya sabes cómo son mis padres...

—Si, claro. —respondió Verónica. Por supuesto que ella sabía cómo eran sus padres. Se despidieron y Verónica entró en el ascensor y se dirigió apresurada al área donde Cristian había sido trasladado a un cuarto privado.

Verónica vio desde lejos la puerta, cuando de ella salieron Víctor y Nancy Montalbán a quienes reconoció de inmediato. Excepto por el color de los ojos, el parecido entre Cristian y su padre siempre había sido impresionante, sólo que este hombre era más viejo y duro. La mujer rubia de cabello corto al estilo “Bob”, que lo acompañaba era fría y elegante.

Capítulo 2

Verónica nunca les agradó. Y el sentimiento era recíproco. La miraron dirigirse hacia ellos como si fuera un fenómeno. Verónica sintió el primer momento de incomodidad, pero eran los padres de Cristian y sin importar como se portaron con ella, estarían tan preocupados como ella por su hijo, así que debía respetarlos. Nerviosa y aprensiva, se esforzó por sonreírles a modo de saludo.

—Buenas tardes señores Montalbán. Por favor, ¿Cómo está él?

—¡¿Qué haces aquí?!... —la madre de Cristian la miró de arriba abajo con desprecio.

—Señora...

—¿Como te atreves? ¿Tú ya no tienes ningún derecho a estar cerca de él?

—Pero Isabel me llamó...

—¡¿Isabel?! ¡Tenía que ser esa insensata! —exclamó Nancy molesta.

—Bueno, señora. Solo quiero verlo... —Verónica frunció el ceño, consternada.

La pareja intercambió una mirada y luego el padre habló por vez primera vez.

—Nuestro hijo no puede ser molestado. Así que no vengas más por aquí. —dijo Víctor M

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