EL C.E.P.A. POLÍGONO HACE EL TALLER DE CERVANTES

Grupo de personas en el patio del Archivo Histórico Provincial de Toledo.

La semana pasada nos visitó un grupo de alumnos del Centro de Educación de Personas Adultas del barrio de Santa María de Benquerencia, conocido como «CEPA Polígono». Durante algo más de un par de horas conocieron nuestras instalaciones, nuestro trabajo y los documentos que custodiamos. Pero, además, quisieron realizar el taller didáctico que tenemos preparado dedicado a «La vida cotidiana en tiempos de Cervantes» (el «taller de Cervantes», entre nosotros). Pasamos un buen rato juntos y aprendimos algunas cosas curiosas. ¡Os esperamos la próxima vez!

LAS PELÍCULAS DEL CINE TOLEDO

Hoy es el día internacional de los Derechos de Autor y nos hemos acordado de un expediente significativo no solo por el tema sino también por la documentación que incorpora. En efecto, el 4 de junio de 1936 el representante en Toledo de la Sociedad General de Autores de España (SGAE) presentó una denuncia ante el Juzgado Municipal contra el propietario del Cine Toledo por infracción de la Ley de Propiedad Intelectual en relación con los derechos de autor de determinadas películas. En concreto, se trataba de 13 películas proyectadas en 14 días (una de ellas se proyectó durante dos días) cuya lista completa podéis ver en la imagen. Podemos adelantar que la SGAE ganó el pleito y la sentencia se emitió el 13 de julio, apenas cinco días antes de declararse la guerra civil, de manera que quizá la sentencia no llegó a hacerse efectiva.

Escrito que contiene la denuncia de la SGAE contra el propietario del Cine Toledo por no haber pagado derechos de autor de una serie de películas proyectadas en febrero y marzo de 1936, con la lista de las películas.
Denuncia de la SGAE y lista de películas proyectadas

Antes de seguir, conozcamos un poco mejor a los protagonistas. La SGAE se había fundado en 1932 por la unión de varias sociedades de defensa de los derechos de los autores y, como es bien sabido, continúa su actividad hasta hoy. Por su parte, el Cine Toledo nació en 1907 con el nombre de Coliseo Moderno y estaba en la Cuesta del Águila, junto al Hotel Castilla. Sufrió varios cambios de nombre, reformas y remodelaciones y consiguió sobrevivir hasta 1992. Podéis conocer más detalles de su historia en este artículo de Rafael del Cerro.

Volviendo al caso que nos ocupa, la SGAE aporta como prueba los programas o “flyers” utilizados para anunciar las películas, con la excepción del de “El duque de hierro” porque se proyectó en una sesión a beneficio de Acción Católica y no se editaron programas. Entonces como hoy, el predominio norteamericano es apabullante: seis de las trece películas son de esa nacionalidad, seguidas por tres alemanas, dos españolas, una británica y una francesa. La gran mayoría se rodaron en 1934 (es decir, llegaban con dos años de retraso, incluyendo las españolas) aunque “El difunto Christopher Bean” era todavía de un año anterior y “El misterio del cuarto azul”, de Enrich Engels, se rodó en 1932. Podemos añadir que “Por un perro chico una mujer”, de Santiago de la Concha, contaba con música nada menos que de Rodolfo Halffter. Pero, de todas ellas, solo se recuerda hoy “El hombre que sabía demasiado”, uno de los clásicos de Alfred Hitchcock. Además del genio del suspense, algunos de los directores de otras películas alcanzaron cierta notoriedad, aunque en los pasquines nunca se les nombra. Por ejemplo Sam Wood, director de la ya citada “El difunto Christophe Bean”, realizó también de “Una noche en la ópera” o “Bienvenido Mr. Chips”, y el director de “¿Qué hay, Nellie?”, Mervyn LeRoy, sería codirector de “Quo vadis”.

Aparte de Hitchcock, el cineasta con más olfato comercial fue Karl Freund, quien ya en 1932 había realizado la más famosa versión de “La momia”, con el inolvidable Boris Karloff y que en esta ocasión traía a Toledo “Las manos de Orlac (Mad Love)”, prácticamente un estreno puesto que se había terminado en 1935. Esta película fue la que tuvo más éxito en nuestro cine, de acuerdo con los datos de recaudación de taquilla: ingresó 18 pesetas en sus dos sesiones del 12 de marzo. Por contraste, la española “¡Viva la vida!”, de José María Castellví, apenas ingresó 3,40 pesetas en total el 20 de febrero. Si tenemos en cuenta que los precios oscilaban entre los 30 céntimos y 1,25 pesetas, lo cierto es que no parece que la sala se llenase sino más bien todo lo contrario. Y era una pena, porque el Cine Toledo, tal como dice el certificado que presenta la Administración de Rentas provincial, tenía una capacidad total de casi 900 personas.

Para terminar, no dejéis de observar el detalle de la promoción “Martes fémina”, que supone un descuento importante “para señoras y señoritas”, dejando claro que los caballeros tendrían que pagar más.

EL MAESTRO ALONSO CEDILLO

Alonso Cedillo fue un profesor e intelectual madrileño afincado en Toledo durante el siglo XVI. Es conocido entre los estudiosos de la época por su actividad docente pero, sobre todo, por su excepcional biblioteca. Hoy queremos acercarnos a este personaje y lo haremos de la mano del espléndido trabajo que sobre él realizó hace pocos años la investigadora Carmen Vaquero, habitual de nuestro Archivo. En él podéis consultar, entre otros documentos, la transcripción del testamento y la lista completa de la biblioteca de nuestro personaje.

Firma de Alonso Cedillo: "El maestro Alonso Cedillo"
Firma de Alonso Cedillo

Cedillo nació en Madrid en 1484. Estaba instalado en Toledo al menos desde 1520, donde ya era profesor de gramática y retórica en la Universidad. Vivía en la collación de San Andrés, muy cerca de la propia Universidad, y parece que alojó en su casa a algunos estudiantes parientes o amigos. También llegó a ser racionero de la Catedral. Se conservan varios documentos en los que interviene, pero nos vamos a centrar en su testamento.

"...y exibí ante él el dicho testamento, el que estava çerrado e sellado con un sello de çera colorado e firmado de ocho firmas e signado del signo de Hernán díaz de Alcalá, escribano público..."
Diligencias de apertura del testamento de Alonso Cedillo

Lo primero que encontramos son las diligencias de apertura. Se nos dice que el 4 de abril de 1565 se presentó ante el alcalde mayor de la ciudad el maestro Damián Cedillo, sobrino de nuestro personaje, “y dijo que el dicho Alonso Cedillo, su tío, hoy, dicho día, podrá haber dos horas que falleció y pasó de esta presente vida”. Este Damián presentó “el dicho testamento, el cual estaba cerrado y sellado con un sello de cera colorado, y firmado de ocho firmas y signado del signo de Hernán García de Alcalá, escribano público” y también a dos testigos que estuvieron presentes cuando el testamento se cerró. El alcalde ordena que se abra el testamento que a continuación se transcribe.

"...y las obras de San Bernardo que están en un bolumen en tablas de papel leonado y no le mando más de los libros atento que le he tenido muchos años en mi casa y le he dado de comer. Yten, mando que se den al bachiller Pero Hernández de Çedillo, mi sobrino, çinco mil maravedís puesto que yo le he tenido en mi casa muchos años y enseñado y gastado con él ansí en vestir como en libros y en su bachilleramiento y otras cosas."
Mandas del testamento de Alonso Cedillo en favor de sus sobrinos Alonso Cedillo y Pedro Hernández de Cedillo

El testamento es relativamente largo, unos siete folios completos. Solo nos fijaremos en algunos detalles. Como era costumbre, además de hacer una declaración de fe bastante prolija (no olvidemos que era sacerdote de la Catedral y profesor universitario), dispone con detalle la ceremonia de su enterramiento y deja encargadas una buena cantidad de misas por su alma y las de sus deudos. Después empieza a repartir sus bienes, empezando por dos casas que tiene en Madrid. Entre esos bienes encontramos aquí y allá algunos libros. En especial, cuatro obras en un total de once volúmenes, incluyendo “las paráfrasis de Erasmo sobre las Epístolas y Evangelios”, todos a su sobrino que se llama como él y al que “no le mando más de libros, atento que le he tenido muchos años en mi casa y le he dado de comer”. Más adelante dona a la biblioteca de la Universidad una Biblia trilingüe de las conocidas como “complutenses” y “otro libro que se llama Exidius” (es decir, “Sobre las Sentencias” de Egidio Romano), y luego al mismo Damián un libro más y otros diez a su elección. Termina con disposiciones sobre su casa en Toledo y sus inquilinos.

Pocos días después el sobrino homónimo de nuestro clérigo pidió al notario Cristóbal de Loaisa que hiciera inventario de los bienes de su difunto pariente. Además de una viña, aparecen en el inventario los bienes muebles que cabe esperar: ropas, mobiliario, alguna pintura y escultura, etc. Aparecen también “diez bancos en que se asientan los estudiantes”, lo que hace suponer, junto con otros datos, que Cedillo, además de alojar a estudiantes, también las daba algunas clases. Pero lo más importante son los libros, 225 en total, que están metidos en tres cajones de madera y que se relacionan escrupulosamente. Hay una magnífica representación de los clásicos griegos y latinos y también las obligadas obras de los Padres de la Iglesia en ambas lenguas y libros de teología. Pero, junto con estos textos, esperables en la biblioteca de un clérigo, encontramos bastantes obras de Erasmo de Rotterdam, una larga lista de humanistas, sobre todo italianos pero también belgas y de otros lugares de Europa, y una buena representación de lo que Vaquero ha llamado “prosa científica”, como la “Cosmografía” del matemático Pedro Apiano o la “Navigatio ad terras ignotas” del explorador veneciano Alvise Cadamosto. En definitiva, Cedillo sin duda estaba muy bien informado de las últimas novedades científicas, teológicas y filosóficas de su tiempo y podemos suponer que las transmitió a sus alumnos durante sus largos años de docencia en Toledo.

EL DESPOBLADO DE TORRELAMORA

La despoblación del campo no es, ni mucho menos, un fenómeno exclusivo de nuestro tiempo. A lo largo de la Historia han sido muchos los lugares que han perdido su población por uno u otro motivo. Ya hace algún tiempo os hablamos del último pueblo desaparecido en nuestra provincia, Caudilla, y ahora os presentamos otro caso, esta vez más lejano en el tiempo, el de Torrelamora.

Hoy apenas se conserva el nombre del lugar y algunas ruinas casi desconocidas. Está situado a unos tres kilómetros al suroeste de Carrascalejo (Cáceres), que es el municipio al que pertenece, junto al camino que une esta localidad con Mohedas de la Jara, ya muy cerca del límite con la provincia de Toledo. El Catastro de Ensenada, siempre tan socorrido, dice que en diciembre de 1752 tenía 12 vecinos con sus respectivas casas, mas otras cuatro casas inhabitables de las que dos están en franca ruina. Dice también que la dehesa “con algunos pies de encinas, poblada de jaras” produce 600 reales anuales. Los únicos oficios que hay son un escribano, un sacristán y un cirujano; no hay cura, pero les atiende el de Carrascalejo.

Documento manuscrito, con timbre en su extremo superior que dice "SELLO QUARTO. DIEZ MARAVEDÍES. AÑO DE MIL SEISCIENTOS Y NOVENTA Y SIETE".
Alquiler de la dehesa y ejido de Torrelamora en 1695. «…han de ser obligados a dar y pagar a dicho concejo y a su mayordomo en su nombre mil reales de vellón…»

Se trata, pues, de una localidad muy pequeña que el propio Catastro identifica como “lugar” y que ya había entrado en decadencia. Esto lo sabemos porque conservamos un documento de medio siglo antes, en concreto de octubre de 1697, por el que el alcalde de Torrelamora arrienda la dehesa y ejido común a dos vecinos de Casas del Puerto de Villatoro (Ávila) hasta el 25 de abril de 1698 por precio de 1.000 reales de vellón, pagaderos en dos plazos: uno el día de San Andrés (30 de noviembre) y otro al finalizar el contrato. Como vemos, el valor de la única propiedad municipal de nuestro lugar se había reducido un 40 % en cincuenta años. Por lo demás, en el arrendamiento se especifica que los vecinos de Torrelamora podrán cortar leña de las encinas “para hacer choza y lumbre” y sus ganados podrán ramonear de ellas sin dañarlas.

"...en atención a distar media legua dicha Torlamora, hallarse en la actualidad sin havitación, su iglesia y casas arruinadas, haviendo desamparado aquel terreno por lo enfermo y contagioso de su situazión, haviéndose trasladado los havitadores que antes tenía a Carrascalejo, de que ha provenido el aumento de sus vezinos y el de los ganados..."
Comparecencia del escribano Montemayor ante el Ayuntamiento de Talavera de la Reina (fragmento)

El fin de Torrelamora llegaría en los últimos años del siglo XVIII. El 12 de enero de 1795 se presenta en el Ayuntamiento de Talavera de la Reina el escribano José Enrique de Montemayor y notifica que se ha recibido una Real Provisión del Consejo de Castilla pidiéndole informe sobre la solicitud del concejo de Carrascalejo de que se le agregue “la dehesa y el ejido común del despoblado de Torrelamora… en atención a distar media legua dicha Torlamora, hallarse en la actualidad sin habitación, su iglesia y casas arruinadas, habiendo desamparado aquel terreno por lo enfermo y contagioso de su situación, habiéndose trasladado los habitadores que antes tenía a Carrascalejo, de que ha provenido el aumento de sus vecinos y el de los ganados”.

"Madrid, a primero de julio de mil setecientos noventa y quatro. El marqués de Roda [rúbrica]. Don Domingo Codina [rúbrica]. Don Pedro Carrasco [rúbrica]. Gutierre Vaca de Guzmán [rúbrica]. Yo, don Juan Manuel de Reboles, escribano de cámara del Rey nuestro señor, la hice escrivir por su mandado con acuerdo de los de mi Consejo. [Sello de placa]. Registrada: Alonso Marqués. Derechos: tres reales. Por el Canziller Mayor: Alonso Marqués. Derechos: treinta y nueve reales de vellón. Escribano: Reboles. Para que el Alcalde Mayor de la villa de Talavera informe al Consejo con justificación a instancia del concejo y vezinos del lugar de Carrascalejo. Govierno 1ª. Correxida".
Real Provisión ordenando se haga informe sobre la incorporación de la dehesa de Torrelamora a Carrascalejo (1794)

La situación está bien clara. Conservamos, además, el original de la Real Provisión a que se alude, expedida el 1 de julio de 1794 y que todavía conserva su sello de placa, aunque desprendido. Aquí se repiten las frases del documento anterior pero se añade que al incorporarse los vecinos de Torrelamora a los de Carrascalejo se ha producido un aumento del número de cabezas de ganado sin que aumentasen los pastos, lo que a su vez ha provocado “incomodidad” entre los animales. Se argumenta, además, que los pocos vecinos que tenía Torrelamora ahora lo son de Carrascalejo, con lo que la absorción no perjudicaría a nadie. No sabemos la decisión final del Consejo de Castilla, pero todo indica que se accedería a lo pedido y, en todo caso, está claro que para entonces Torrelamora había dejado de existir como lugar independiente.

EL CONDUMIO DEL HOSPITAL DEL REY

Este hospital conocido en Toledo como hospitalito del Rey, remonta sus orígenes probablemente al siglo XIII, fundado y regido por la Hermandad del Corpus Christi y Nuestra Señora de la Paz, a la que se añadiría con posterioridad la advocación de San Ildefonso.  Su nombre procede del hecho de que los reyes de Castilla fueran hermanos de la cofradía, aunque nunca tuvieron el derecho de su patronato.

Este establecimiento acogía a enfermos y pobres, pero también a viajeros y ancianos. A lo largo del tiempo fue variando el tipo de asistencia que ofrecía a distintos grupos de personas. Sin embargo, siempre se proporcionó una dieta básica a los hospitalizados y transeúntes, que con ello pudieron satisfacer sus necesidades alimenticias. Vamos a fijarnos en lo que se les proporcionaba para comer según los libros de gastos ordinarios, en los que se anotaba el dinero invertido diariamente en comida. Al examinar los gastos entre los años 1666 a 1669, observamos que los alimentos que se adquirían no eran muy variados, pero eran suficientes para ofrecer una dieta más que aceptable a los alojados en el hospital.

Se cocinaba diariamente una olla con legumbres, sobre todo garbanzos y lentejas -a veces habas- como plato principal, acompañado de verduras y hortalizas como las acelgas, cardillos, berza, repollo y nabos según la época del año, además de llantas, verdura hoy desconocida en nuestra cocina que es una especie de berza. Prácticamente a diario se incluía ensalada para cenar. A lo que hay que añadir huevos algunas veces. No faltaba el pan y vino, y también compraban semanalmente especias para condimentar. Ocasionalmente se consumían frutas, guindas en temporada, ciruelas en verano y uvas en otoño, alguna vez endrinas y peras. Algunos días se acompañaba el menú con gallina y también con algo de carnero y esporádicamente con pescado, consumido en Cuaresma y Semana Santa.

El 23 de abril de 1666, Viernes Santo, se indica que los pobres comieron pescado, al igual que al día siguiente, Sábado Santo, junto con lo que ya era habitual, guiso de garbanzos, huevos, acelgas, ensaladas, pan y vino. Nada extraordinario se sirvió el Domingo de Resurrección.

Por otro lado, las raciones que se daban a la gente de la casa eran más abundantes y la carne estaba presente en mayor medida. El rector del hospital recibía todos los días tres libras de carnero, tres panes, un real para vino y como salario para su ama y su criado 23 reales más. Al capellán mayor se le dotaba de una libra de carnero, un pan y cuatro cuartos y medio para vino, un cuarto de desayuno y otro de ensalada, más cincuenta ducados de salario. Al enfermero mayor la misma ración del capellán y 150 reales, a lo que sumaban 50 más por convidar a las juntas. A cada uno de los dos mozos, una libra de carnero, un pan, cuatro y medio para vino y un cuarto de desayuno, más catorce reales. A la cocinera mayor 12 onzas de carnero, un pan, vino y desayuno, y el mismo dinero que a los mozos. A la cocinera ayudante media libra de carnero y el resto por igual. Para el sacristán una libra de carnero y doce reales.

Del hospital del Rey -estudiado por Hilario Rodríguez de Gracia- no conservamos documentación de sus orígenes. La más antigua es de principios del siglo XV por la que sabemos que estaba situado en unas casas junto al Ayuntamiento, y en 1410 se trasladó a algún lugar en torno a la calle de las Pescaderías y la plaza Mayor. En 1434 el arzobispo Juan Martínez de Contreras le cedió un edificio contiguo perteneciente a la Obra y Fábrica. En 1592 con motivo de la ampliación de la zona del Sagrario y sacristía de la Catedral, se remodeló la Plaza Mayor y el cabildo permutó con la Hermandad el edificio que tenía, para pasar posteriormente a edificar uno nuevo para el hospital entre 1595 y 1603, en el emplazamiento que hoy se sitúa, habiéndose abierto la calle actual que separa el edificio catedralicio y el hospital. Dirigido por la Hermandad y sostenido por su propio patrimonio y las limosnas recibidas, este establecimiento siguió funcionando y pasó en el siglo XIX a integrarse en la beneficencia pública del Estado, hasta que en 1984 fue traspasado a la gestión de la Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha, a través de las distintas Consejerías en materia de Sanidad y Bienestar Social, hasta que se cerró en el año 2005. Desde entonces y sin que haya llegado a materializarse, se augura una posible apertura como residencia de mayores en este histórico hospital.

Podemos ver su fachada en las fotografías de nuestro fondo Rodríguez, está junto a la puerta del Reloj del templo primado, por la calle Chapinería, arquitectónicamente sólo cabe destacar su portada con un escudo en su parte superior.