Creado en: febrero 15, 2021 a las 08:08 am.

Para leer a Novás

Proyecto de vieja data en el colchón de Ediciones Mecenas, el libro Raúl Hernández Novás: Isla poética por explorar (Premio de Investigación Literaria Florentino Morales 2015) acaba de ser publicado, seis años después, y hace parte de los volúmenes del actual calendario a ser presentados por la casa librera de Cienfuegos.

Su autor es el poeta, narrador y ensayista villaclareño Félix Miguel García Pérez, quien entrega mediante este ensayo uno de los estudios más aportadores que en torno a la figura del relevante creador cubano hayan aparecido hasta el momento. Con el plus, en su caso, de acceder a la obra de Hernández Novás desde un costado muy escasamente abordado, como lo sería el análisis del espacio literario y los procesos de espacialización en su corpus poético, práctica poco corriente incluso para la totalidad de dicho género más allá del poeta de marras.

El firmante dedica un primer segmento de su ensayo a abordar, justamente, la espacialidad en el fundamento del sistema poético, de forma general, para adentrarse a partir del segundo capítulo en las especificidades de un vate que, en la apreciación de García Pérez, tiene ascendencia sobre gran parte de la poesía escrita y publicada en el país a partir de los años ochenta de la pasada centuria, porque su voz no solo se limitó al cambio expresivo, sino que comporta también una nota cosmovisiva muy personal: acendramiento ontológico, filosófico y cosmogónico del discurso literario, que no acaecía en la lírica cubana desde la generación de Orígenes.

Reserva el ensayista –Licenciado en Estudios Socioculturales y Máster en Cultura Latinoamericana– un tercer acápite a la valuación de los “espacios presentados” en la configuración significacional de la ejecutoria lírica de quien fuera uno de los más significativos poetas cubanos del siglo XX, lapso donde presta atención, entre otros puntos, a la organización espacial de su poética, las “relaciones de emplazamiento” y la obra literaria concebida como espacio.

Es el cuarto y último capítulo de este libro de 81 páginas un territorio enfilado a valorar la configuración de sentidos y valores de la espacialidad en la obra del autor de Da Capo, Enigma de las aguas, Los ríos de la mañana, Embajador en el Horizonte, Animal Civil o Sonetos a Gelsomina; así como su trascendencia.

Además de investigador con alma de entomólogo, por su afán de diseccionar y su proyección detallista, García Pérez (a diferencia de algunos colegas cuyos libros no superan el estándar de la tesis de diploma en virtud de su lenguaje academicista) escribe con desenvoltura y donaire. De esto dan cuenta pasajes como el siguiente: “Raúl Hernández Novás penetró al círculo de los irreverentes polemistas que se aplican en extraer la futilidad de las cosas. Su poética es suavemente condicionadora de una sonrisa, no importa su tono, sonrisa al fin. No transpira ni odios ni desprecios, por lo menos artísticamente; por eso sus versos no nos dejan en el alma residuos de revuelta o ecos de carcajadas. Observa con interés para llevarnos por los caminos de un sentimiento profundo a su don de observación. Mira, lo que encuentra furioso, digno de nuestra atención, lo fija con tropos. Traza y colorea con una sonrisa cómplice, desde su alma atenta, la poesía que nos dispensa”.

Definitivamente, palabras tales, u otras muchas que habitan el poliédrico ensayo que ilumina diversas líneas de la labor del examinado, invitan de inmediato a leerlo, a conectar o re-contactar con su obra, sea quien lee neófito o ya conocedor de la creación literaria del poeta nacido en 1948, cuyo final trágico recuerda  Marilyn Bobes, Premio Nacional de Periodismo Cultural, en su artículo Raúl Hernández Novás, inédito: “Algunos lo describen como un individuo callado y tímido, con tendencia a la melancolía y a los estados depresivos, aunque poseía un gran sentido del humor, una gran nobleza y una capacidad evidente para perdonar. La pérdida de su madre y su incapacidad para enfrentar los duros momentos del llamado período especial, así como sus continuas desilusiones amorosas lo llevaron a que un atardecer de 1993 tomara la decisión de quitarse la vida. Después de tres intentos fallidos tomó una pistola del siglo XIX heredada de su familia y se disparó”.

Desenlace aquel, de un 12 de junio aciago, al cual también se refiere el ensayista, narrador y crítico Rafael Grillo en su texto Salvar al poeta Novás: “quien (…) de un pistoletazo en la sien, enviara por mano propia a yacer bajo lápida su humanidad desgastada en la batalla de la existencia; y cuyo costado de poeta, refugio y alternativa a las agonías del hombre, había previsto años atrás su destino en estos versos: Yo pronto moriré; yo me iré pronto./Es una idea que he tenido siempre./Este junio tal vez será diciembre./Sobre la cuerda no haré más el Tonto”.

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