Final de temporada en la Maestranza

Un clarinazo tan simbólico como revelador

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«…Galopaban las manecillas del reloj del tiempo en busca de las ocho en todos los relojes de la tarde, el manto de la noche iba cayendo lenta pero inexorablemente y nos llegó al alma ese golpe de clarín que no sólo anunciaba el último tercio de la corrida. Era también el último del año, el clarinero quiso gustarse y bien que lo consiguió…»

Luis Carlos Peris.-

     Reverberaba el último sol de la tarde en la azulejería del cuerpo de campanas de la Giralda y desde un sillón del tendido 3 se contemplaba como una visión inigualable, única y que sólo se da a esa hora en que el otoño tamiza tantas y tantas cosas. Estábamos en la última corrida de la temporada y al poco, cuando ya los azulejos habían dejado de espejear, nos sacó del ensimismamiento un clarinazo para el recuerdo.

     Galopaban las manecillas del reloj del tiempo en busca de las ocho en todos los relojes de la tarde, el manto de la noche iba cayendo lenta pero inexorablemente y nos llegó al alma ese golpe de clarín que no sólo anunciaba el último tercio de la corrida. Era también el último del año, el clarinero quiso gustarse y bien que lo consiguió para un agudo y sostenido clarinazo que le daba el puntillazo al curso en el templo que a Tauro se le dedica en el Paseo Colón, pero sólo al curso y no como en otras partes.


*Luis Carlos Peris es periodista sevillano. / Publicado en Diario de Sevilla.

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