Las invasiones biológicas son consideradas como una de las principales causas de pérdida de biodiversidad y del cambio ecológico global provocado por el ser humano (Vitousek et al. 1997). En particular, la introducción de mamíferos en sistemas insulares afecta las especies nativas, llevando a la extinción local o global de algunas de ellas (Courchamp et al. 2003). Para el Archipiélago Fueguino, Valenzuela et al. (2014) encontraron que incluso las especies exóticas invasoras han llegado a dominar el ensamble, con el 62,1% de los mamíferos presentes siendo introducidos. En este contexto, también es llamativo que dentro del Cono Sur de América, la ecorregión de los bosques subantárticos tenga el mayor número de mamíferos introducidos (Ballari et al. 2016), a pesar de ser considerado por ONGs internacionales como una de las últimas áreas “silvestres y prístinas” en el mundo (la palabra es wilderness en inglés, véase Mittermeier et al. 2003). Asimismo, en particular por la falta de información e investigación sobre los mamíferos exóticos invasores en el Archipiélago Fueguino (Valenzuela et al. 2014), en la Patagonia (Anderson & Valenzuela, 2014), en la Argentina (Novillo & Ojeda, 2008), en Chile (Jaksic, 1998; Jaksic et al. 2002) e incluso en el Cono Sur de Sudamérica (Ballari et al. 2016), tanto los académicos como los gestores y tomadores de decisiones han destacado la importancia de mantener actualizada la información respecto a las especies exóticas invasoras con el objetivo de poder utilizarla en la toma de decisiones (Sanguinetti et al. 2014; Valenzuela, 2014; Valenzuela et al. 2016), dado que la investigación prioriza la cuantificación de los impactos en la etapa de invasión y no se presta suficiente atención a las fases de introducción y expansión (Anderson & Valenzuela, 2014).
Conocido localmente como peludo, quirquincho, piche o armadillo, Chaetophractus villosus (Desmarest, 1804) es una especie nativa de Patagonia continental, que constituye la más reciente introducción documentada de un vertebrado terrestre en el Archipiélago Fueguino (Poljak et al 2007, Valenzuela et al. 2014). Hacia 1975, esta especie expandió su límite sur hasta la costa del Estrecho de Magallanes (Atalah, 1975), que presupone una barrera geográfica natural (Poljak et al. 2007). El primer evento documentado de introducción de peludo en la Isla Grande de Tierra del Fuego (TDF) data de 1982 en la Estancia Cullen (Argentina), donde ocho individuos, probablemente traídos de la Provincia de Buenos Aires, fueron liberados por razones estéticas (Poljak et al. 2007; Ballari et al. 2016). Posteriormente, existieron otros eventos de introducción, como por ejemplo: en 2004-2005 cuando empleados de las compañías petroleras reportaron haber traído individuos desde la Provincia de Santa Cruz para alimentación (Poljak et al. 2007). Estos autores describen que hasta 2007, la especie ocupaba solo una franja a lo largo de la costa atlántica entre las Sierras Cabeza del León hasta el Cabo Domingo, cubriendo aproximadamente 484 km2, y sus madrigueras estaban fuertemente asociadas con las cañerías enterradas de petróleo y gas debido a que para su instalación se remueve el suelo y adicionalmente podrían generar un refugio térmico durante el invierno (Poljak et al. 2007). A su vez, en ese momento, se presumía que el Río Grande actuaría como una barrera geográfica para la expansión geográfica de la especie y hasta esa fecha no existían reportes ni registros confirmados sobre su presencia en el sector chileno al oeste de TDF.
Si bien podrían ser útiles más investigaciones específicas respecto al impacto de esta especie en TDF, ya se sabe que las actividades de excavación del peludo afectan la estructura del hábitat (Valenzuela et al. 2014), facilitando la erosión, generando suelo desnudo, mezclando los horizontes del suelo y modificando sus propiedades (Abba et al. 2007). Además, pueden causar daño a casas, construcciones y a la infraestructura asociada a la industria del petróleo y el transporte de gas, principalmente las cañerías subterráneas (Long, 2003; Poljak et al. 2007; Ballari et al. 2016). Dado que C. villosus se alimenta de plantas, frutos, semillas, insectos, huevos y pichones de aves que anidan en el suelo, e incluso pequeños vertebrados como ratones (Long, 2003; Poljak et al. 2007), sería inevitable que su expansión afecte la biodiversidad y tramas tróficas de la isla. En el caso de TDF, además del impacto en la infraestructura humana, la presencia de peludos podría afectar la reproducción del Canquén Colorado (Chloephaga rubidiceps, Sclater 1861; Ballari et al. 2016), especie amenazada de extinción y cuyas poblaciones están declinando (Cossa et al. 2017), y competir con el tuco-tuco magallánico (Ctenomys magellanicus, Bennet 1836), roedor nativo en estado de conservación vulnerable que ocupa la misma área que el peludo y que también excava el suelo para generar madrigueras (Fasanella et al. 2013). Asimismo, el peludo es conocido por ser posible vector de diversas enfermedades humanas, como el mal de Chagas y la triquinosis (Long, 2003). Ya en 2014, y pese a que el peludo todavía se encontraba en una etapa relativamente temprana del proceso de invasión, surgió como una especie prioritaria a ser manejada entre todo el ensamble de vertebrados exóticos de TDF, según criterios de impacto ecológico (Valenzuela et al. 2014), pero en la actualidad, no existen medidas formales de manejo o control para esta especie en la región. Diversas posibilidades podrían explicar esta situación: i) continúan primando las motivaciones que originaron su introducción (valores estéticos y de alimentación); ii) como la especie fue introducida hace relativamente poco tiempo y su distribución se mantuvo limitada hasta recientemente, la percepción del problema no ha llegado a influir en la agenda pública todavía, dado que tanto los investigadores como los gestores se enfocaron más en otras especies con impactos evidentes desde hace muchos años, como el castor (Castor canadensis, Kuhl 1820) y el visón americano (Neovison vison, Schreber 1777) (Anderson & Valenzuela, 2014); iii) por tratarse de una especie nativa del continente (de donde son originarios la mayoría de los pobladores de TDF), no es percibida como una especie exótica invasora, ya que la mayoría de los residentes de la parte argentina de TDF desconocen los mamíferos nativos a la isla (Anderson et al. 2016); y iv) del mismo modo, por ser una especie nativa en ambos países (Argentina y Chile), existe un vacío legal respecto a su situación como introducida, lo cual complica cualquier medida de manejo dado que es una especie protegida por ley.
En este contexto, se confirma la necesidad de mantener actualizada la información sobre el proceso de las invasiones biológicas, desde la etapa de introducción hasta la invasión propiamente dicha, para que los gestores y tomadores de decisiones puedan desarrollar respuestas acordes a la fase en que se encuentra la especie y evitar los efectos más nocivos de la invasión en sí (Sanguinetti et al. 2014) y en particular para especies poco visibles, carismáticas y de relativa baja densidad, como puede ser el caso del peludo. En el presente artículo, reportamos nuevos registros que amplían el área de distribución, lo cual indica que el peludo está en una etapa de expansión tanto en el sector argentino como en el chileno de TDF (Fig. 1). A partir de un diagnóstico de la situación actual de este proceso de invasión biológica también detectamos necesidades conceptuales y prácticas que se tienen que tener en cuenta para manejar estos problemas como sistemas socio-ecológicos.
En el sector argentino, el encargado de la Estancia San Luis ha informado diversas observaciones de peludos en su establecimiento (Ivon Roberts, com. pers.), que se encuentra al sur del Río Grande. Esta expansión pudo estar ocasionada por una dispersión natural de la especie o por nuevas translocaciones por parte de humanos. Más allá del vector, queda demostrada la capacidad de la especie de superar lo que podría haber constituido una barrera natural, principalmente por el ancho y caudal del Río Grande, y de este modo expandirse hacia el sur, pudiendo llegar incluso a la zona del bosque subantártico (Fig. 1).
En el sector chileno de TDF, detectamos diversos registros que permiten demostrar su presencia en dicho país y que suman así un nuevo mamífero exótico al listado actual de Chile (ver Jaksic et al. 1998; 2002; Anderson et al. 2006). El primer dato que confirmó la presencia del peludo en Chile fue a partir de una piel de un individuo que fue cazado cerca de San Sebastián chileno (una zona limítrofe con Argentina) en el año 2004 (Juan Ferrada, Funcionario SAG Porvenir, com. pers., Fig. 2A). El segundo constituye un avistamiento directo realizado por uno de los autores (J.L. Cabello) en el año 2007, también en el sector chileno de San Sebastián, 53°19’8.17”S 68°42 ’ 33.37 ” O; mientras que el tercero corresponde a un avistamiento con fotografía (Fig. 2B), de dos peludos copulando en la misma área, 53°19’4.35”S 68°51’57.39”O, registrado por un investigador chileno también en 2007 (Claudio Moraga, com. pers.). Adicionalmente, existe una serie de registros en la cuenca del Río Marazzi en las cercanías a Bahía Inútil, 53°28’12.13”S 69°16’45.48”O, donde personal de las estancias Tres Hermanos y Tres Arroyos han comunicado varios avistamientos entre los años 2009 y 2015 (Juan Robertson Stipicic, com. pers.). Asimismo, arqueólogos de la Universidad de Magallanes (UMAG) reportaron haber encontrado madrigueras de peludos durante excavaciones arqueológicas en la misma zona en el año 2014 (Flavia Morello Repetto, com. pers.).
Respecto a las vías y los vectores de esta expansión, los registros correspondientes a la zona chilena de San Sebastián, que es aledaña al área originalmente invadida, probablemente correspondan a una dispersión natural de la especie. Además, dicho sector presenta características similares al ya ocupado del lado argentino, con extensas redes subterráneas de tuberías de petróleo, lo que beneficiaría el establecimiento de madrigueras, según Poljak et al. (2007). Sin embargo, la información resultante de consultas informales con los habitantes del área de la ciudad de Porvenir y la Bahía Gente Grande sugiere que existe otro vector de expansión responsable de la presencia del peludo en esa zona, debido al salto en la distribución hasta la costa oeste de la isla sin registros intermedios. Los lugareños consultados indicaron que el transporte y la liberación por humanos continúa siendo el factor más importante para explicar su presencia. Reportaron que los camioneros que transportan carga desde el continente hacia TDF suelen recoger estos animales por curiosidad o como fuente de alimento en el área continental chilena y transportarlos a la isla, donde a veces son liberados, en particular antes de pasar por el control fronterizo chileno-argentino ubicado en la localidad de San Sebastián.
Este trabajo amplia la distribución del peludo como especie exótica en TDF, incluyendo los primeros registros formales para Chile y también su expansión en el lado argentino de la isla a otro bioma - desde la estepa patagónica hacía el ecotono entre la estepa y el bosque subantártico. También, se vuelve a repetir el fenómeno que una especie llega a ser una problemática binacional, visto además con el castor norteamericano, el visón americano y el salmón Chinook (Oncorhynchus tshawytscha, Walbaum 1792; Valenzuela et al. 2014), siendo no percibida por las autoridades e investigadores del vecino país hasta ya haberse establecido, expandido y llegado a ser “invasora”. Considerando que en la actualidad la superficie invadida es relativamente poca (y probablemente también el número de animales), aún existe una ventana de oportunidad para que los gestores y tomadores de decisiones de ambos países tomen las medidas conjuntas necesarias para controlar este proceso de invasión biológica, mientras que sea posible. Asimismo, se evidencia nuevamente la necesidad de cambiar la forma de concebir las invasiones biológicas que en lugar de un fenómeno meramente ecológico en realidad constituyen problemáticas socio-ecológicas. En este sentido, además de entender la dinámica poblacional o el impacto ecosistémico de la especie se requiere un esfuerzo similar para estudiar y mejorar la legislación y el manejo sobre los aspectos sociales, como los sistemas de transporte tanto en los pasos fronterizos como en el ingreso a TDF. Y por otro lado generar una fuerte campaña de construcción de sentido de lugar y pertinencia de los residentes de TDF para que conozcan las especies nativas y sean capaces de reconocer las consecuencias del transporte de fauna silvestre, dirigida especialmente a conductores, para tratar de prevenir nuevas introducciones.