El Inadaptado

Soy yo. Un día soleado, mientras esperaba que el semáforo de la vida diera paso a un tráfico tan confundido y apresurado decidí hacer un viraje en a, e, i, o y por último en u; nunca regresé a ese tráfico impersonal y perdido. No. El perdido soy yo. Ese hombre que prefiere estar rodeado de perros y gatos, vinos y cervezas, pinos y cipreses, pupusas o manjares, rock o Strauss, ese soy yo.

Por: Francisco Parada Walsh*

Soy y he sido solitario, odiaba ir a clases a la universidad, prefería nadar y nadar en aguas profundas mis superficiales penas, me adentraba a la universidad a la hora de un examen y me largaba; aun, con los profesores de confianza les pedía que me evaluaran en el momento, “Tenés diez”. No es jactancia. Es lo menos que tengo en esta vida. Mentir pesa y pesa demasiado. Vino esa loca guerra y vi la parca tan cerca que entendí que la vida es efímera.

Soy zurdo, quizá desde mi nacimiento viene tanta equivocación, siempre arrevesado. Llegué a viejo y siempre apartado, pensando, pensando demasiado; quizá mis emociones sean fáciles de ver, no las escondo, lloro ante algo que para otros no merece una lágrima; río ante algo que para otros no merece una risa. Llegué a viejo y siempre apartado.

Entendí que el viaje es corto, solo recuerdo que al nacer, mi tata, quien atendió a mi madre me preguntó: ¿Quiere boleto de ida y vuelta? Sí le dije; él, disfrutando joderme me dijo: Solo tengo de ida y soltó una risotada, desde ahí, entendí que voy de viaje, cada segundo de mi vida es historia y qué mejor que vivirla en mi manicomio personal; que los cuerdos vivan afuera, que gobiernen, que operen tantos pacientes como puedan, que compren el mundo, que compren los rolex, que se ufanen de la nada; al final, quizá tengo el todo, sí, ese todo, que lo que empieza, termina; y remontándonos a unos años atrás  cuando el paciente me decía cuánto le debo: Solo le decía, “Lo que sea su voluntad”, todos pagaban, sin embargo el pago más hermoso eran  gallinas asadas, rimero de tortillas, sopas de hierbas de la montaña, guaro, conocido como chaparro, y de a poco me sentía  alto porque grande, muy pocos hay en la vida.

La soledad es mi vida, escribo sin cansarme, agudizo las yemas de los dedos, mi mente y mi corazón y quizá la única cansada sea esta vieja computadora que ni en sábado la dejo descansar; soy inadaptado, no me atormenta lo que al común de la gente lo saca de quicio, no manejo, quizá una vez por semana, el día me pertenece y la noche también; no tengo ni por cerca alguna solvencia de hace unas décadas, no, sin embargo mis prioridades son tan diferentes, demasiado; le apuesto a hablar lo menos posible con un semejante, esa interacción vacía me deja lleno, hacer lo que uno quiera no es fácil, o se debe tener muchísimo dinero o ser un inadaptado y es la segunda la que vence a la primera; en todo este año solo he viajado a la capital del pecado una tan sola vez; me parece surrealista ver tanta gente viviendo como zombi, sin rumbo, si, zombis elegantes, carros lujosos pero se puede ver que su mirada  esta vacía, no saben lo que quieren, eso espanta, aterra.

Soy un inadaptado y como tal, hay un precio qué pagar, no sé todavía ese precio pero ya me doy por servido, no me hago esperanzas de vidas longevas, no, no, vivo en una auto suficiencia y no es ego sino todo lo contrario, es desapego donde lo suficiente es lo necesario o viceversa, no más; aun, veo hacia atrás, me remonto al pasado y era apenas un niño, y en un abrir y cerrar de mente, soy un sesentón; no me preocupa la edad sino vivir cada etapa, cada momento, cada canción; pues como diría Led Zeppelin, “La Canción es la misma”.

No sé si alcancé el éxito o soy un fracasado más que vino al mundo a repetir la plana universal, no lo sé sin embargo escribir de madrugada, con un café negro con azúcar blanca en tazas verdes como la esperanza justo a mi izquierda, estar arropado mientras escribo por un  bellísimo clima, oír el ronroneo de los gatos, ver ese amanecer caprichoso, salir de mi cuarto y ver a un ejército de perros listos para salir por bellísimos parajes, regresar y seguir escribiendo en una profunda soledad, saludar a las orquídeas que celosas me ven pasar, jugar billar a la hora que quiera, tener a Gardel como compañero de juego; todo eso no tiene precio y como cada hombre escribe su historia, esta es la mía y no me veo reflejado en un espejo que me mienta, no; no soy de religiones, es mi espiritualidad la que cultivo como una pequeña plantita, no sueño con ir al cielo, sino con solo servir a mi hermano, misión cumplida.

Soy huraño de fiestas, no, porque si en mi vida solo he tenido una determinada etapa que fue bella no hice nada entonces, no, cada etapa por dolorosa que sea es bella, algo paradójico pero así debe ser; no me preocupa pasar una navidad en la mayor soledad posible, al contrario, pasar tales fechas en la mar o en la montaña, es lo más normal para mí; pero ¿Qué es el éxito? Todos lo medimos en el progreso económico, así nos inculcó una sociedad perdida, esa no es mi vida, mi vida es no adaptarme al molde programado de la mente y del cuerpo, y seré yo, el único responsable de mi dicha o desgracia. Soy un inadaptado. De mi dicha.

*Médico salvadoreño

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