La RAE explica el concepto de idealizar como: “elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía”.

 

Esto se puede hacer con todo. Idealizamos a la pareja, a los famosos, el trabajo, las celebraciones o incluso los viajes. ¿Problema? Si la elevación es muy grande, también lo puede ser la desilusión.

 

Qué duro, entonces, el viaje de vuelta de una idealización, ¿no?

Una idealización que es de doble sentido: de ida y vuelta. Idealizas y te idealizan. Seguro que te ha pasado en alguna ocasión.

 

– “No te lo vas a creer, Míriam, ¿te acuerdas de ese chic@ del que te hablé? Estaba súper pendiente de mí y ahora, de repente, siento que se está descolgando sin motivo aparente… Se muestra más a su aire. Tarda más en contestar. Incluso me sorprendo a mí misma cogiendo el móvil para ver si ha contestado…”

 

Y esto no nos gusta, claro. Porque sentimos que, de alguna forma, se ha dado la vuelta a la tortilla.

 

Cuando alguien te conoce y te idealiza, ponte a dudar. Porque esa persona no te ha visto en todas tus facetas. Simplemente te ve como su cabeza se ha proyectado que eras. Lo cual no tiene por qué corresponderse con la realidad. Y no, eso no te quita valor.

 

En realidad lo que ha ocurrido es que te había colocado muy alto sin apenas conocerte y eso, treintaytanta, es irreal.

 

Pero tú lo vives muy mal porque te hace tener la sensación de “¿será eso que no soy tan valios@? Si antes me hacía mucho caso y ahora no, el problema lo tengo yo…”

 

Lo cierto es que tú no puedes hacerte responsable de la idealización que el otro haga de ti en su cabeza y su posterior “plof”. Y tampoco creo que la culpable sea la otra persona. Simplemente él o ella acaban de entrar en “modo realidad” y es normal tomarse tiempo para procesar lo que está ocurriendo y si, con esa nueva visión, quiero o no continuar.

 

Es duro para tu ego ver que esa persona se está calibrando y ya no está tan a full como antes. Asocias el interés que los demás tienen en ti con tu propio valor. Y te dices: “no soy importante si no me eligen”. Has aprendido a quererte a los ojos de los demás.

 

Pero que alguien se interese o no por ti no te convierte en más o menos interesante. Tú eres la misma, igual. No somos responsables de las expectativas que otros tengan sobre nosotros.

 

Por eso, como Marilyn, cada vez que veas a alguien en redes sociales o en la vida real a quien creas que estás endiosando, piensa que lo que estás viendo es sólo un frame, un instante.

 

¿Es malo hacerse expectativas? Mucho se habla en redes últimamente de que no es sano y son la llave a la frustración. Sin embargo, yo no creo que se pueda vivir sin expectativas.

Es imposible no ilusionarse con esa cita que has tenido. Porque, sin ilusión, todo sería muy plano, es como si te diese igual, que ni fu ni fá.

 

Entonces sí, supongo que no es malo tener expectativas. Otra cosa es pensar que esas expectativas tienen que cumplirse sí o sí. Ahí está el error. Es tenerlas, disfrutando de la ilusión de que pueden hacerse realidad pero sabiendo que no es una garantía al 100%.

 

O dicho de forma más poética: Esperar lo mejor. Prepararse para lo peor. Y estar dispuesto a sorprenderse

 

Si te ha gustado esta reflexión, también te gustará el episodio 6 del podcast: cuidado con las expectativas.