De vez en cuando, cuando se hace bien de noche y todos duermen, aprovecho mi momento de estudio para reflexionar sobre las terapias que estoy llevando a cabo. Cojo mi agenda arrugada y repaso, una y otra vez, las personas que he visto en el día y que volveré a ver mañana (y pasado). Reviso sus «Tratamientos».
La mayoría de las veces, para poder entender mejor lo que les pasa intento hacerme dibujos, esquemas, infografías o mezclas de mapas de ideas que, a veces, me llevan a alguna parte y, otras, no.
Para empezar, no me gusta la palabra «tratamiento», desde el punto de vista que no engloba todo lo que ello supone. Recuerdo cuando estudiaba la carrera que siempre se parcelaba la Evaluación del tratamiento (y no lo discuto) pero ahora que me he hecho mayor y me dedico a «tratar» personas día tras día, me cuesta un montón dibujar esa frontera entre Evaluación y Tratamiento y, ello, me genera dificultades a la hora de explicar ambos procesos a mis alumnas.
Evaluación y Tratamiento, tan similares. Un conjunto indivisible. ¿Se puede evaluar sin comenzar a tratar?. ¿Se puede tratar sin estar constantemente evaluando lo que haces y lo que consigues (o no consigues?. Para mí, muy difícil (aún me considero bastante «jóveno» en ésto y supongo que será la falta de experiencia).
Dice Simone Weil que «la pura observación es transformadora. No hay arma más eficaz que prestar atención en ese proceso. La simple observación es ya eficaz para producir un cambio«. Y es que en el preciso momento en que tomamos contacto con la persona, en ese momento en que nuestro sentidos centran atención en su proceso y les decidimos acompañar en la puesta en práctica de sus capacidad en su vida diaria, en ese momento, comienzan a surgir cambios. Recuerdo a mi queridisima profesora, María Jesús Reyeros, cuando me dijo «en el momento en que entras en la vida de una persona y tomas contacto, ya se producen cambios, que, a veces, son necesarios«. Y todo ello es cierto. Quién no ha vivido situaciones maravillosas en «sesiones de evaluación» donde la persona que venía con un problema (y los que le comapañaban) se han ido con una enorme emoción al ver que eran capacidad de alcanzar una pequeña meta que se tornaba, hasta ese momento, inalcanzable.
Cuando evaluamos tenemos (y debemos) lograr cosas. Esas cosas son las que nos llevan al Tratamiento. Pero no nos volvamos loc@s. La evaluación (o el proceso de…) no dura un día, no dura una sesión con su tiempo asignado. La Evaluación dura… eh, dura… ¿todo el Tratamiento?. La evaluación es constante. Acompaña al Tratamiento y lo modifica constantemente cuando vemos que hay cambios.
El Tratamiento surge al establecer una sinergia especial entre las Potencialidades observadas, los Aspectos a mejorar y las Necesidades de persona y entorno. El Tratamiento es acompañado por la sombra constante de la Evaluación. Cuando desarrollo una tarea planifica para lograr momentos de aprendizajes no ceso en mi afán de observar todo y comprobar y verificar que ello es efectivo (o no es). Y de esa observación surgirán los cambios pertinentes. La Evaluación mantiene vivo y dinámico al Tratamiento. El Tratamiento da sentido a la Evaluación y la motiva constantemente. Ambos mueren cuando no tienen nada que ofrecerse y dejan de caminar juntos.
Para acompañar a esta idea decidí crear una especie de esquema con dibujos (adjunto en la portada). En él se visualiza a todos los protagonistas de esta historia que engloba al Tratamiento.
Persona: aquel que decide contactar con nosotr@s porque tiene una dificultad o limitación en su vida diaria y necesita mejorar su desempeño. Aquel que necesita recuperar el papel de protagonista de su propia vida. He querido representar a una persona que comienza una carrera de fondo, una carrera cuyo final no se conoce y para la que hay que estar muy muy entrenado para soportarla.
Entorno: aquellos que conviven con la persona. Aquellos que buscan reestructurar un entorno fracturado. Aquellos que buscan que alguien les hable en su mismo idioma y ponga palabras a sus emociones y les facilite (y permita) sentirse comprendidos. Aquellos que buscan recuperar un día a día que ha sido tremendamente alterado, sin que nadie tenga culpa de ello. Aquellos que necesitan sentirse, de nuevo, como familiares y/o amigos y no como co-terapeutas. Los he representado como acompañantes en toda esa carrera (no solo están en la llegada, sino que se encuentran en todos los tramos del camino, dando aliento a la persona y facilitando su recorrido).
Terapeuta: persona correctamente formada que cuenta con diversas herramientas y conocimientos adquiridos por la experiencia y la evidencia de la Ciencia que ha estudiado para poder establecer una propuesta de intervención en base a los problemas observados. Persona que lo dará todo por recuperar el equilibrio, indagará hasta el final de la historia y ofrecerá respuestas a las preguntas que vayan surgiendo . Ahí lo tenemos, dando el pistoletazo de salida, pero no solo hará eso. El Terapeuta estará vigilante y pendiente de la persona en todo momento y le ofrecerá las botellas energéticas sin despegar la lupa un momento. El terapeuta también se encarga de ofrecer esas botellas al entorno que acompaña a la persona para que le sigan motivando en la carrera.
Evaluación: he querido representar este proceso con unas lupas repartidas en todo el camino porque considero que uno nunca de evaluar en toda la carrera.
Tratamiento: a mi modo de ver, he representado el Tratamiento con unas botellas energéticas. Esas botellas representan esos momento de aprendizaje que ofrecemos a la persona en cada momento para llevarlo hacia las metas propuestas. Esos momentos que le catapultan hacia el objetivo siguiente. La energía, además, representa ese carácter de intensidad que deberíamos ofrecer en todos nuestros tratamientos. Intensidad que cada vez se tiene más claro que debe ser uno de los pilares fijo de la Terapia en sí.
Camino: si bien es cierto que nuestra labor será dar luz al camino y facilitar que sea más llevadero y menos inesperado, el camino de la terapia, muchas veces, se torna incierto y se necesita volverlo a reelaborar.
Meta: no es un final, es una consecución de objetivos. Una persona no tiene por qué parar de planificarse metas en su vida, de comenzar caminos. Sus necesidades y ganas por mejorar son el mejor cimiento para ir generando nuevos caminos.
Espero que mi pequeña analogía sobre Tratamiento te haya parecido interesante. A mi me ha encantado compartirla contigo. Este tipo de ideas son las que intento desarrollar en mis clases como inicio de las mismas. Creo que la Terapia y los Tratamientos no solo son técnicas aisladas. Detrás de la puesta en práctica de esas técnicas hay un Terapeuta que sabe cómo aplicar lo que le dice la ciencia a las necesidades de la persona para ayudarle.
Tenemos un trabajo muy humano. Arte y Ciencia a la vez.