4. La vida eterna prometida al hombre íntegro y al ángel fué en vista de las buenas obras: y las buenas obras por la ley de la naturaleza bastan por sí mismas para alcanzarla.
5. En la promesa hecha al ángel y al primer hombre está contenida la constitución de la justicia natural: con la cual, por medio de las buenas obras, sin otro medio, se promete a los justos la vida eterna.
6. Por ley natural fué establecido para el hombre que, si hubiera perseverado en la obediencia, hubiera pasado a aquella vida, en la que no podría morir.
7. Los méritos del primer hombre íntegro fueron dones de la primera creación: pero conforme al modo de hablar de la sagrada escritura no son llamados rectamente gracia: por lo cual se hace que sean llamados solamente méritos, pero no gracia.
8. En los redimidos por la gracia de Cristo no puede encontrarse ningún mérito bueno, que no sea dado gratuitamente a un indigno.
9. Los dones concedidos al hombre íntegro y al ángel, tal vez, sin repugnar a la razón, pueden ser llamados gracia: pero, porque según el uso de la sagrada escritura, con el nombre de gracia se entienden solamente aquellos dones que son conferidos por Jesucristo a los malos merecedores y a los indignos, por lo tanto, ni los méritos, ni los pagos que se les dan, deben ser llamados gracia.
10. La remisión de la pena temporal que, frecuentemente permanece, perdonado el pecado y la resurrección del cuerpo deben ser atribuídas verdaderamente sólo a los méritos de Cristo.
11. Que viviendo piadosa y justamente hasta el fin de esta vida mortal, alcancemos la vida eterna, ésto no es propiamente atribuible a la gracia de Dios, sino a la ordenación natural, conforme al designio de Dios, desde el primer instante de constituída la creación: y en esta retribución de bienes no se mira el mérito de Cristo: sino sólo la primera institución del género humano, en la cual fue establecido por ley natural, por justa disposición de Dios, que a la obediencia de los mandamientos corresponda la vida eterna.
12. Es sentencia de Pelagio que una obra buena hecha al margen de la gracia de adopción no es merecedora del reino celestial.
13. Las obras buenas hechas por los hijos de adopción no reciben la razón de mérito por el hecho de que sean hechas por el espíritu de adopción que habita en el corazón de los hijos de Dios: sino solamente porque son conformes a la ley y por ellas se presta obediencia a la ley.
14. Las obras buenas de los justos no recibirán en el día del juicio final mayor recompensa que la que merezcan recibir conforme al justo juicio de Dios.
15. La razón del mérito no consiste en que el que obra bien tenga la gracia y al Espíritu Santo inhabitante, sino solamente en que obedece a la ley divina.
16. No es verdadera obediencia a la ley la que se hace sin caridad.
17. Están de acuerdo con Pelagio los que dicen que es necesario para la razón del mérito que el hombre por la gracia de adopción sea elevado a un estado divino.
18. Las obras de los catecúmenos, como la fe y la penitencia hechas antes de la remisión de los pecados, son méritos de vida eterna, la cual vida ellos no conseguirán si no se quitan primero los impedimentos de los delitos anteriores.
19. Las obras de justicia y de templanza que Cristo hizo no trajeron mayor valor por la dignidad de la Persona operante.
20. Ningún pecado hay por su naturaleza venial, sino que todo pecado merece la pena eterna.
21. La sublimación de la naturaleza humana y la exaltación al consorcio de la naturaleza divina fué debida a la integridad de la primera condición y, por lo tanto, debe ser llamada natural y no sobrenatural.
22. Piensan como Pelagio los que el texto del Apóstol a los Romanos 2: los pueblos que no tienen ley, hacen naturalmente las cosas que son de la ley, lo entienden de los pueblos que no tienen la gracia de la fe.
23. Es absurda la sentencia de aquéllos que dicen que el hombre desde el principio fué elevado a un don sobrenatural y gratuito sobre la condición de su naturaleza, para adorar a Dios sobrenaturalmente con la fe, con la esperanza y con la caridad.
24. De hombres vanos y ociosos según la necedad de los filósofos fué tomada la sentencia que debe ser reducida al pelagianismo, de que el hombre desde el inicio fué de tal forma constituído, que fué sublimado y adoptado como hijo de Dios, por la largueza del Creador, por medio de los supradichos dones de la naturaleza.
25. Todas las obras de los infieles son pecados y las virtudes de los filósofos son vicios.
26. La integridad de la primera creación no fué una exaltación indebida de la naturaleza humana, sino su natural condición.
27. El libre albedrío sin la ayuda de la gracia de Dios sólo sirve para pecar.
28. Es un error pelagiano decir que