La Alquimila, yo & LA ALKIMILA

Por algún motivo, yo estaba convencida de que en el libro Las diosas y sus hierbas medicinales de Ursula Stumpf, la Alchemilla vulgaris -Pie de león, Alquimila, «la pequeña alquimista», planta que da nombre a este proyecto- se asociaba con el mes de mayo. Con esta idea en mente me acerqué a mi pequeña plantación de Alquimilas en el patio-bosque de mi casa.

Luego resulta que el libro incluye la Alquimila entre las plantas del mes de junio. Claro…ya estará en flor. Aunque, para muchas personas, esas florecitas verde-amarillentas pasarán desapercibidas. Es la parte menos llamativa de la Alquimila, por así decirlo. Solo si te tomas el tiempo para acercarte, verás la belleza en su sutileza: cada flor se presenta en forma de estrellita.

Lo que había interpretado como un impulso de fuera -de un libro que leí hace mucho tiempo-, fue en realidad una pulsación interna; una intuición, una necesidad, un deseo, una mágica conexión Steffi-Alquimila… llámalo como quieras, yo me quedo con la experiencia que resultó de esa resonancia y que comparto aquí para introducir las reflexiones sobre los vínculos entre las formas de hacer de la Alquimila y lo que hacemos en LA ALKIMILA.

Al visitar las Alquimilas del patio-bosque de mi casa ayer, me asombró su presencia, de repente tan crecida, abundante, de algún modo orgullosa: muchas hojas mucho más grandes y creciendo a otras alturas que el año pasado, con las primeras flores-estrellitas buscándose el camino entre las hojitas más pequeñas. Con alegría, encontré en ellas el reflejo de mi mes de mayo con LA ALKIMILA: proyecto crecido; cada vez más seguridad con los contenidos, las formas y conmigo misma; brotes repentinos de creatividad; nuevas conexiones y propuestas recibidas con alegría y con el permiso de sentirme orgullosa, “a punto de florecer”; ganas de seguir con esas formas tiernas, humildes y creativas, sobre las que tanto tiene que enseñar la Alquimila-planta.

Toqué las suavas hojas de las Alqumilas: su dulzura siempre me da ganas de tumbarme entre ellas y dejar que acaricien todo mi cuerpo… Siempre las tengo a la vista y, no obstante, no había mirado ni tocado con tanta atención en mucho tiempo, mientras la Alquimila me ha tocado siempre: es la intra-acción con ella la que dio nombre a LA ALKIMILA.

Y aquí estamos: la Alquimila & yo. Contentas; cada una a su manera- Abiertas. A punto de florecer y siempre con ganas de volver a la oscuridad de la tierra cuando haga falta. Dispuestas a recibir, a transformar, a dar.

Por cierto, las plantas de Alquimila en mi patio-bosque tienen, más o menos, la misma edad que LA ALKIMILA: un año y medio. Siempre me he sentido muy conectada a su forma de crecer: sus semillas deben haber pasado por un período de frío, o incluso de heladas, antes de germinar. Si se siembran demasiado tarde como para que puedan pasar por un período de frío, sólo germinarán después del próximo invierno. Saben esperar. Saben que las cosas necesitan su tiempo y que son muchos factores los que influyen en el proceso de germinar, crecer, florecer, morir, transformar. Y vuelven a la protección de la tierra en invierno para brotar de nuevo en primavera.

La Alquimila me habla de humildad, de ternura radical (de radix, raíz), de interconexión y transcorporalidad, de creatividad y confianza, de la importancia de los procesos y de celebrar los resultados, de transformar, de proteger y de dejar ir al propio ritmo y en sinergia.

Dice algo como: «Hoy me llaman ‘Frauenmantel’ (abrigo de la mujer), pero las ancianas me dicen «manto de Freya», fui compañera de esa diosa nórdica quien amaba lo bello, los detalles, lo poco convencional.** Con toda su creatividad dio a mis hojas la forma de los antigus mantos (fíjate en el que lleva la María de la mitología cristiana), mientras se reía con ternura y me dijo que las personas humanas podrán hacer conmigo distintas medicinas, usarme como capa protectora, sentirse abrazadas por mis hojas, acogidas y más seguras. Aquí estoy para ti, siempre cuando pienses en mí.»

** En este punto, me gusta mencionar que la botánica clasifica la Alchemilla vulgaris dentro de la familia de las Rosáceas!! Poco convencional me parece su forma tan verde y discreta, entre tanta Rosa colorida llamando la atención a la primera… Como vecina de jardín, la Alquimila realza el sabor y el aroma de otras plantas y protege contra las plagas. Agregada al compost, acelera la buena putrefacción. Menciones de paso con mucho sentido e importancia para lo que es LA ALKIMILA.

Y algo parecido me gustaría transmitir: que, a ratos, LA ALKIMILA se convierta en ese abrigo, en un hogar compartido, en el que sentirse arropades, cómodes, segures, creatives, en compañía humana y más-que-humana.

Aquí estoy, para cuando decidas acercarte.

Junto a Frigg, Freya es la diosa madre de las mitologías nórdicas. En las interpretaciones binarias de la historiografía posterior, Freya es la mujer primordial, «la dama de les Vanir», uno de los dos grupos de dioses y diosas de dichas mitologías. («Manto de la dama» es otro nombre alemán para la Alchemilla vulgaris!!)

Freya ama amar, y se ama a sí misma. Es la diosa del amor, de la belleza, de la fertilidad y la riqueza, y es la diosa de la guerra, la muerte, la magia y la profecía. Les Vanir -agricultores y marineres-, así la historia, vivían en profunda conexión con la naturaleza y sus fuerzas. Eran maestres en poderosas prácticas mágicas que valían más que todo el oro que poseían. Les encantaba la belleza, el arte, la convivencia pacífica e igualitaria, y la cosecha compartida de lo que la tierra, o Freya, les ofrecía.

Adoraban a su diosa, que con su manto mágico de plumas podía volar tan rápido y lejos como un pájaro. O viajó por los cielos en su carro tirado por un grupo de gatos. Suenan familiar el pájaro y el gato de las imágenes populares de brujas en las que, más tarde, se insertaron las diosas no cristianas y sus prácticas, ¿verdad? Lo que es menos popular hoy en día, es el recuerdo vivo de la adoración de Freya en la lengua alemana: su día es el viernes, “Freitag”, y -con mucho respeto (insconsciente) por las antiguas diosas- «mujer» se dice «Frau», palabra que se deriva de los nombres de las diosas Frigg y Freya.

Freya lleva las joyas más hermosas que el mundo ha visto jamás: el collar Brisingamen. Cuatro enanes hicieron las joyas para la diosa. No querían oro a cambio, sino devoción: «Comparte una noche con cada une de nosotres y Brisingamen será tuya»; exclamación que, a menudo, se ha sexualizadado de forma muy superficial. Pero, «¿quiénes son les enanes que viven en la cueva?», pregunta Ursula Stumpf en su libro sobre Las diosas y sus hierbas medicinales: «Son las partes oscuras de la diosa, explica, que tampoco ella quiso mirar, siempre enterrándolas en el reino oscuro debajo de la tierra. También la diosa teme a la cueva, pero quiere tanto las hermosas joyas, que finalmente entra y se conecta con sus sombras. Cuatro noches seguidas baja a la cueva. En la mañana del quinto día, sale riendo con Brisingamen en el cuello. Ahora Freya es irresistible: no tanto por las joyas (que, por cierto, según esta interpretación de la historia son fruto de su propia creatividad!!), sino porque devino ella en toda su unicidad, uniendo sus partes más lucientes con las más oscuras.

Quizás, a través de sus hierbas sagradas, Freya nos dice algo como: «¿Me recuerdas? Vivo en medio de ti. Te recuerdo los secretos y poderes que están escondidos en lo más profundo de ti misma. Yo te ayudaré a serte fiel a ti misme y te conecto con tu poderosa fuente interior de creatividad.» En algunas ocasiones, les cuatro enanes se han interpretado como las cuatro estaciones del año, con cuya espiral la diosa de la fertilidad y de la muerte está estrechamente unida.

Y hay otro detalle interesante para acercarse a la Alquimila como una de las plantas de Freya: la diosa llora lágrimas ambarinas, que de sus ojos caen al mar y a la tierra. Alquimila, la planta de Freya, vuelve a absorber el agua de la tierra, la refina con sus principios activos al hacerla pasar por todo su cuerpo, antes de sacarlas al exterior por la mañana a través de las glándulas finas ubicadas en los dientes de cada hoja. De ahí, las gotitas caen al medio de las hojas, donde la Alquimila las guarda un tiempo en forma de la característica «gota del cielo» (los mitos cristianos convirtieron de las «lágrimas de Freya» en las «lágrimas de los ángeles»), que la ciencia botánica moderna denomina gota de gutación.

Aparentemente, el proceso de gutación también fascinó a les alquimistes, de les que deriva el nombre oficial latín de la Alquimila: Alchemilla vulgaris, «la pequeña alquimista».

A mí me fascina el proceso alquímico de la planta misma, hecho visible a través de esa gota que, a diferencia del rocío, no llega desde fuera a la hoja, sino que crea desde dentro (una expresión vegetal de Freya haciéndose su joya, y teniendo en cuenta que las circunstancias externas tienen mucha influencia sobre este proceso de alquimia interna).

De ahí que siempre he sentido cierta incomprensión hacia una interpretación muy popular de la Alquimila, según la cual la hoja con la gota en su centro representa “un principio receptor”. Más desconcertante aún: ciertas hierbateras convierten esa “hoja receptiva” de la Alquimila en el «seno de la mujer». Dejemos claro de una vez por todas, que ni la gota de la Alquimila ni el feto en el vientre de una persona son fruto de una especie de concepción misteriosa, sino de su propia fuerza, creación y protección. Es otro detalle que me parece misterioso de las gotas de gutación: la Alquimila puede guardarlas durante horas en el medio de sus hojas, aunque éstas no están cerradas; tienen una apertura en uno de sus lados. Por ahí -o a través de la vaporización-, la planta deja ir su creación con el tiempo (o cuando sea el momento).

Con esta crítica, de ningún modo quiero subestimar el poder de los remedios con Alchemilla vulgaris para regular los ciclos hormonales a lo largo de toda la vida de una persona que menstrúa, ni su uso tradicional para ayudar al cuerpo de la persona embarazada a no abortar, a acoger, guardar y proteger. No se trata de un rechazo del tema de gestar y parir. Simplemente no me convence la interpretación tan repetida de la gota en la hoja como símbolo de u estado pasivo de concebir-recibir. Es una práctica activa de la planta, es agencia, es alquimia.

Por supuesto, que la gestación y el parto se reflejan en los procesos alquímicos de la planta, quien me recuerda siempre de que gestar y parir no solo se refieren a la procreación humana. Para LA ALKIMILA esto quiere decir, dar a luz nuevas ideas, inspiraciones que tengan la intención de conectarnos con nosotres mismes, entre nosotres y con las vidas en medio de las que deviene la nuestra. Todo tipo de magias se asocian a las gotas alquimí(li)cas: apoyan la fertilidad/creatividad, suavizan la piel, y aplicadas en el punto entre las cejas ayudan a confiar en la intuición, en la creatividad propia.

Algo parecido propongo poner en práctica en LA ALKIMILA con k y en letras mayúsculas: acompaañar en la valiente decisión de acuerparnos con nosostres mismesy con otras persona(je)s: humanas y más-que-huamans; hacer subir las potencias que residen dentro de cada une, enriquecerlas mientras atraviesan todo el cuerpo con sus emociones y pensamientos; exteriorizar “ese agua enriquecido” de muchas formas: guardar y proteger las creaciones propias siempre interconectadas, hasta que sea el momento de dejarlas ir, soltar y empezar de nuevo…

Hay otras dos sensaciones que me evocan el proceso de la gutación y la gota en la hoja tan suave de la Alquimila.

Una es el descanso, ese permanecer del agua en la hoja, generación & regeneración al propio ritmo, ojalá reflejadas en las propuestas de re/creación del Femi*Spa de LA ALKIMILA.

La otra es el placer. Sentir el roce de las hojas más suaves que he tocado en mi vida en mi piel, y la sensación que me causa mirar las gotitas. Sí, confieso que la gota de gutación la llamo (normalmente en la timidez y seguridad del silencio) “gota de placer”, sin pensar en ningún momento en esperma, pre-cum o coito; esa gotita es deseo queer, no heteronormado. La Alquimila no entiende de sexos y géneros humanos, desafía la clasificación binaria de la ciencia botánica, que es otro vínculo entre la planta y las intenciones de LA ALKIMILA.

Yo sí, recurro a la teoría occidental de las signaturas, que alude a la convicción, presente tanto en la medicina antigua como en la medicina popular de muchos países, de que las plantas, los animales o los minerales llevan a menudo sobre sí los signos que permiten conocer sus virtudes. Como las plantas mismas, también las antiguas historias sobre ellas guardan sabidurías muy potentes, muchas de las que la fitoterapia moderna afirma en sus laboratorios y con sus propios lenguajes. A la vez, me parece clave tener en mente siempre que cualquier doctrina, cualquier símbolo impuesto a una planta, cualquier lectura de ella es histórica, es cultural y es política … en el caso de la Alquimila son interpretaciones fuertemente heterosexualizadas, donde la ternura y la suavidad devienen características femeninas, donde la planta se convierte en “el abrigo para la mujer” por sus propiedades y efectos relacionados con la menstruación y como signo de la mujer procreadora.

Lo divertido para mí es que la mayoría de las especies de Alchemilla se reproducen “en forma asexuada”, sin fecundación, es decir sin intervención de gametos. Ejemplos de especies europeas de Alchemilla “de reproducción sexual” (¿normal?) son Alchemilla pentaphyllea y algunas especies del grupo Alchemilla hoppeana agg. De cualquier manera, LA ALKIMILA –y la teoría de los signos europea– se basa en la Alchemilla vulgaris agamospérmica. La (así llamada) agamospermia me lleva de vuelta a mi propia insistencia en que no pienso en esperma ni coito cuando digo «gotas de placer», sin que esa expresión somática mía haya sido anteriormente formada por la sabiduría botánica.

La fuerte conclusión botánica de que, debido al alto número de ploidías, la meiosis de “las plantas asexuales” no procede “con normalidad”, proporciona suficiente material para muchas más reflexiones sobre la heteronormalización de las plantas (ya lo haremos en el tercer módulo del programa PLANTAS COMPAÑERAS, con el tema Botánicas queer: espíritus de plantas & prácticas políticas).

Para resumir: las narrativas antiguas están llenas de sabidurías a recuperar, aunque no siempre creadas desde puntos de vista a reivindicar. Y, más importante: ¡SE PUEDEN REINTERPRETAR, HACIENDO BAILAR LAS DIOSAS CON LA CIBORG QUEERFEMINISTA*!

«La conexión radical con la naturaleza no va de ser ‘literal’, se trata de un compromiso por la conciencia, la apertura y la curiosidad.» -@queernature

Otros puntos de vista, otros nombres, otras prácticas… queering miradas, nomenclaturas, cuerpos y herbolarias. Tocar y dejarse tocar. Escuchar.

¡HAY NUEVAS HISTORIAS QUE CONTAR CON CADA CONEXIÓN CON UNA PLANTA!

Quizás, sea un buen punto de partido el nombre común de la Alquimila en lengua castellana: Pie de león… Pero ahora, esta entrada quiere ser procesada, encarnada, transformada. Y yo, quiero descansar.