miércoles, 13 de agosto de 2014




Cada alfabeto tiene sus secretos, su historia y su poesía. El Hebreo no presenta únicamente la convención de darle forma escrita a un sonido. Las letras son asociadas al ser humano ya que se las consideran que tienen cuerpo, alma y espíritu. Se enseña que el Universo fué creado por diez expresiones de D-os, compuestas por las letras hebreas que como bloques de construcción fueron las herramientas para establecer el orden de todo lo creado. Esta emanación creadora se repite constantemente porque de lo contrario se volvería a la nada. Las 22 letras sagradas, más las cinco terminales (Sofit), son las fuerzas espirituales profundas en todo este proceso que está siempre en movimiento. Los 7 cielos representan niveles espirituales, cada uno es el producto de la combinación de las fuerzas representadas por las letras. Ellas en sí mismas, sus nombres, su forma gráfica, su valor numérico (gematria) y su respectiva posición en la secuencia del Alef-Bet tienen una razón de ser de origen divino. 

Se enseña que las consonantes son las expresiones del espacio y tiempo en nuestro mundo, así como las partes de nuestro cuerpo que se encargan de articularlas, por eso los textos sagrados no presentan vocal alguna ni signos de pronunciación, ya que las letras cobran vida entonces y se complementan en un todo como poseedoras de alma y espíritu sólo cuando se las pronuncian con la melodía del habla al exalar aire, que es el hálito de vida que D-os le ha dado al hombre junto con el talento de crear. Así, el hombre mismo participó en esos tiempos iniciales con uno de los primeros actos humanos de darle nombre y significado a todas las criaturas y cosas creadas.